Laurencich: Las redes ayudan pero tambien se convierten en una vidriera grotesca

Alejandra Laurencich se refirio durante una entrevista con Telam a las formas de difusion con las que se encuentran los nuevos escritores, advirtio que las redes sociales ayudan pero "tambien confunden y distorsionan, porque por momentos se

D-Interés22 de enero de 2021 Agencia Télam
Alejandra Laurencich se refirió durante una entrevista con Télam a las formas de difusión con las que se encuentran los nuevos escritores, advirtió que las redes sociales ayudan pero "también confunden y distorsionan, porque por momentos se convierten en una vidriera grotesca, en la que se exponen las vanidades más grandes", y aseguró que "el mejor camino que puede tomar alguien que escribe es intentar acercarse a su propia verdad".
- T: Tanto desde La Balandra como desde tus talleres te dedicaste a colaborar con la difusión de nuevos nombres en la narrativa. ¿Cómo ves esas posibilidades en este momento? ¿Qué herramientas tiene a su alcance alguien que comienza para mostrar lo que hace? ¿Ayudan las redes sociales?
- AL: Las redes ayudan, claro, pero también confunden y distorsionan, porque por momentos se convierten en una vidriera grotesca en la que se exponen las vanidades más grandes, junto a lealtades por favores, intercambio de elogios propios de una corte de Luis XV, todo tipo de estupideces y pavadas mezcladas con lo genuinamente literario. Realmente es la biblia junto al calefón. Entonces es muy duro para alguien que recién empieza poder difundir lo propio en ese hipermercado infinito, o encontrar qué leer, porque muchas veces lo que se vuelve popular y reiterado una y otra vez no es literatura sino solo un producto de la capacidad de sus gestores o gestoras para mostrarlo y difundirlo de ese modo. Yo intento no confundir una herramienta de difusión bien usada con un logro literario.
- T: ¿Cómo definirías ese camino de escritura en medio de tanto ruido?
- AL: Creo que el mejor camino que puede tomar alguien que escribe es intentar acercarse a su propia verdad, a su lenguaje personal, sin copiar a nadie, esforzándose en lograr la mejor literatura que pueda producir, sin soñar con firmar ejemplares en las Ferias de Libros o tener cinco mil likes o corazoncitos porque postea que le gusta comer dos kiwis antes de ir a dormir. Incluso los contratos y anticipos y traducciones y entrevistas y citas, si llegan, bienvenidos, cómo no, por qué rechazarlos, cada uno o una sabe hasta dónde estimulan o envilecen esas circunstancias, pero la apuesta no puede ser la fama y el reconocimiento. La apuesta debería ser escribir cada día mejor que el anterior. Las modas pasan, tarde o temprano pasan, la literatura queda. Y es saludable entonces, según mi humilde opinión, no perder el tiempo y dedicarse a construirla, cuantas más horas de vuelo tengamos, a mayor distancia llegaremos, y nadie más que nosotros nos podrá regalar esa capacidad de volar, ni la felicidad de vislumbrar esos paisajes desde la altura. (Télam)
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