Para la nueva Argentina lo importante es competir

Por supuesto que en Riad, el seleccionado de la Argentina no escribio una epopeya, pero eludir ese camino debe de ser tan justo como abstenerse de restar toda valoracion a un triunfo sobre Brasil labrado y consumado punto por punto, sin que haya

Deportes16 de noviembre de 2019 Agencia Télam
Por supuesto que en Riad, el seleccionado de la Argentina no escribió una epopeya, pero eludir ese camino debe de ser tan justo como abstenerse de restar toda valoración a un triunfo sobre Brasil labrado y consumado punto por punto, sin que haya sobrado, sin que haya faltado.
La Selección Argentina, la Selección de Lionel Scaloni, ya merece con holgura un plus de prevención del malsano tic de la Gata Flora: si hubiera perdido con Brasil, "y, qué querés, no dio la talla", pero como ganó "se ganó un amistoso, nomás, a Brasil sin Neymar".
Ni Ushuaia ni La Quiaca, entonces, un punto intermedio que lejos de suponer un híbrido débil nos presenta una amalgama valiosa y, tal vez, venturosa.
Porque de lo que se trata, en realidad, es de aplicar la vara operativa de analizar a la Selección en una secuencia en la que se vuelva indispensable fijar de dónde viene, dónde está y hacia dónde va.
En ese contexto, cuya referencia inmediata ofrecía el cara y ceca del partido anterior contra Alemania (haber estado al borde de sufrir una goleada y terminar a poco de una remontada cabal), los 90 minutos jugados con Brasil implican una evolución visible, de las que contienen las buenas señales anteriores y perfilan las virtudes por nacer.
A veces mejor, otras veces no tanto, en un registro de tácticas y estrategias de una naturaleza cuya alternancia invita al mal pensado a deducir que se juega a nada y al bien pensado a celebrar que se juegue a de todo un poco, lo que disipa toda duda, lo evidente, es que en esta Selección se ha consolidado una saludable tendencia a competir con una intensidad y una variedad de recursos ausentes en formaciones no tan lejanas.
Por caso, bastará aguzar un poco la memoria, la del desdichado paso por el Mundial de Rusia.
Hay, dicho de otro modo, carácter, entendido como la facultar de plantarse, acomodarse a las circunstancias o generarlas, en clave de todos corren, todos ponen, todos cubren, todos piensan y muchos, si no todos, piden, buscan, quieren la pelota.
Una formación solidaria para ir y para venir, en la que Lionel Messi vendría a ser la luminosa contribución del más despierto del barrio que de buen grado consiente sumarse a la cofradía.
¿Ya hay un estilo propiamente dicho?
Tal vez sí, tal vez no, tal vez marche hacia su punto de cocción, pero en la expresión de una cierta plasticidad, ductilidad o como quiera que se llame, los nombres propios dan respuestas positivas y el conjunto se ve cohesionado, juramentado, confiado, a buenas con su piel y con sus huesos.
Si hasta Nicolás Otamendi, uno que llegaba cuestionado por sus prestaciones anteriores, en Riad ha vuelto a ser ese defensor rocoso y confiable que se supone piedra basal de la defensa.
Estamos, está la Selección, en medio del camino, dirigida por un entrenador al que hoy se le dispensa una valoración sensiblemente mejor que la de los tiempos de su sorprendente asunción e incluso mejor que la de post Copa América, que tampoco había sido decepcionante.
Tres, como mínimo, son las virtudes que saltan a la vista.
Una: que los jugadores sostienen, defienden, apuntalan al DT, no ya a través de las bagatelas de las conferencias de prensa sino en el rectángulo donde se cuecen las habas de verdad: en la cancha.
Dos: ¿queríamos renovación? Pues Scaloni lo ha hecho: renovó.
Tres: ¿cuántas veces se reclamó una Selección con ímpetu, con ánimo, con presencia real, una Selección capaz de aplastar la sarcástica hipótesis de que de un grupo de muchachos multimillonarios poco puede esperarse de compromiso sanguíneo?
¿Sugerimos acaso que la Selección es fantástica o que va camino de ser fantástica?
No: registramos que la Selección avanza a pasos agigantados hacia el piso mínimo, vital y móvil de ser, simplemente, nada más y nada menos, un equipo, y eso ya es muchísimo. (Télam)
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