Bolivia: derrotar el golpe de Estado

Por Gabriel Solano Que asistimos a un golpe de Estado en Bolivia es una evidencia que solamente pueden pretender poner en discusion, con argumentos que no superan una simple contrastacion con los hechos, aquellos que son complices del mismo,

Mundo15 de noviembre de 2019 Agencia Télam
Por Gabriel Solano (*)

Que asistimos a un golpe de Estado en Bolivia es una evidencia que solamente pueden pretender poner en discusión, con argumentos que no superan una simple contrastación con los hechos, aquellos que son cómplices del mismo, como el Gobierno argentino, que está demostrado que permitió que el Consultado argentino en Santa Cruz de la Sierra sea utilizado como base de operaciones del golpista Camacho. Ante la demostración de los hechos y del repudio que han merecido, deben recurrir a eufemismos y maniobras (como no votar de manera nominal en el Congreso) para encubrir sus posiciones, que no responde a otra cosa que al hecho de que sus planes de ajuste digitados por el FMI son los mismos que quieren imponer por la fuerza Trump, Bolsonaro y Piñera en todo el continente: la reforma laboral y la reforma previsional.
Pero el golpe de Estado no debe ser asumido como un hecho consumado, como plantea el peronismo, preocupado por una “salida institucional” en Bolivia. En estas horas, el pueblo boliviano, campesinos, mineros, indígenas, trabajadores de las barriadas más pobres del Alto, libran en el centro de La Paz y ciudades occidentales una dura batalla contra los golpistas, repudiando el golpe y enfrentando la represión policial y las persecuciones de bandas fascistas que desean sembrar el terror en todo el país.
La preocupación por el “orden constitucional y sus instituciones” y su salvaguarda es un llamado al pueblo boliviano a abandonar la lucha y allanar el camino a que los golpistas se hagan fehacientemente del poder, infligiendo una derrota a las masas movilizadas y al pueblo boliviano en su conjunto. La “pacificación” de Bolivia hoy es el triunfo del golpe.
El Partido Obrero piensa de manera contraria a esta línea de entrega de las masas bolivianas al golpismo. Es necesario profundizar la lucha, promover una gran acción continental para derrotar el golpe. Un paro general de las centrales sindicales de toda la región: la CGT de Argentina, la CUT de Brasil, la COB de Bolivia, la CUT de Chile, sería un enorme golpe al golpe de Estado.
Pero no es esa la orientación del peronismo ni del futuro presidente Alberto Fernández. Entre la intervención de las masas que represente una acción histórica contra sus verdugos y una derrota sin atenuantes del imperialismo que actúe como aliciente para toda la región y aceptar los reclamos de la derecha golpista, alimentan la salida de la mano de los golpistas. Es la forma también de procesar el retroceso innegable que había sufrido Evo Morales y su “modelo”. Es una línea que se ha ido profundizando. El propio Evo Morales había invitado a la OEA a supervisar las elecciones, aceptado todas sus “recomendaciones” (convocar a segunda vuelta, nuevas elecciones) y finalmente, renunciando él y todos sus diputados y senadores, hecho que dejó, ante el avance de la derecha oligárquica y racista, sin referencia y librada a su capacidad de superar esa capitulación a las masas campesinas y trabajadoras bolivianas.
En Bolivia se juega gran parte del futuro de los trabajadores de América Latina. Junto con la rebelión en Chile, lo que está en discusión es quien paga la crisis: si los trabajadores, con mayores penurias o los capitalistas. Las irrupciones de las masas bolivianas y del pueblo chileno pueden abrir un camino de intervención independiente, que las convierta en una alternativa de poder. Esa perspectiva que defiende el Partido Obrero para los trabajadores en todo el continente.

(*) Legislador porteño por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. Dirigente del Partido Obrero. (Télam)
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