Santiago Loza: Antes, el acoso escolar era visto como parte de los ritos de la educacion

De los registros que explora desde hace mas de una decada, el cineasta, dramaturgo y escritor Santiago Loza escogio el mas intimista -la literatura- para contar la peripecia de un chico de 13 años que en "La primera casa" afronta la transicion hacia

D-Interés23 de agosto de 2019 Agencia Télam
De los registros que explora desde hace más de una década, el cineasta, dramaturgo y escritor Santiago Loza escogió el más intimista -la literatura- para contar la peripecia de un chico de 13 años que en "La primera casa" afronta la transición hacia la adolescencia bajo una intemperie emocional alimentada por el destierro de sus pares y la severa tutela de su tía.
La afición por los monólogos y los personajes solitarios -como Axel, el médico que interpretó Julio Chávez en "Extraño", su primera película- reaparece en la segunda novela del autor de "El hombre que duerme a mi lado", un texto conciso pero potente que transcurre hacia los 80 en un pueblo de provincia donde el protagonista de la historia empieza a construir su identidad sexual a partir de la atracción por un amigo, el único que no lo excluye como el resto de sus compañeros de clase.
"La primera casa" (Tusquets) se concentra en las mutaciones del cuerpo como metáfora de la transformación problemática que desencadena la adolescencia en Gonzalo, el chico huérfano que sueña con huir de ese pueblito que lo castiga de varias formas posibles y del que se evade cada vez que puede yendo al cine y luego trastocando el argumento de cada película para capturar la atención de su hermana mayor, acaso el único punto de encuentro con esa joven que también está entrampada en un conflicto existencial.
"Tenía ganas de contar a ese personaje en ese ámbito opresivo, los 80. Narrar por un lado su vínculo con el cine y por el otro trabajar la idea del interior no como una cosa bucólica sino más acechante. El trabajo fue lento e incierto pero me gusta el resultado", destaca Loza a Télam.
En paralelo al lanzamiento de su novela, Loza circula en la agenda cultural de estos días a través del estreno de "La enamorada", una pieza teatral que escribió hace unos años y ahora sube a escena en el Teatro Picadero con el protagónico de la cantante mexicana Julieta Venegas.
- Télam: En la novela la territorialidad tiene un peso fuerte y el interior aparece narrado a partir de esa cosa opresiva antes que apacible...
- Santiago Loza: Es que siempre hay como una idea del interior como un sitio de gente buena, un lugar común paternalista y peyorativo de ese mundo. Aparece eso junto a la experiencia de ese personaje que va descubriendo o transitando una mutación cifrada en ese cuerpo que se va transformando y al mismo tiempo va tolerando ese deseo que está como asfixiado en el espacio.
La historia sucede en los 80 y el protagonista sufre algo que en aquel entonces no tenía definición, el "bullying". El hecho de que hoy exista una palabra que lo defina sirve para que la víctima pueda entender lo que le está pasando. Antes, el acoso escolar era visto como parte de los ritos de la educación.
- T: ¿Por qué le interesó otorgarle un rol central al cuerpo como el territorio de operaciones que da cuenta de la transición de la niñez a la adolescencia?
- S.L.: El cuerpo es la marca emblemática del abandono de la infancia y es lo que saca de la apatía a este chico que vive en un ambiente donde cree que nada va a cambiar. Finalmente, el cuerpo es aquello que termina de resolver cuando se han agotado los recursos: resuelve por fatiga, por deseo o por enfermedad. En un momento hay una situación de liberación del personaje y luego se ve que esa liberación es parcial y ha dejado secuelas. Y en ese sentido opera también la idea del cuerpo social: cuando hay algo que está golpeado o lastimado, ese cuerpo queda afectado.
- T.: Hay además una desmitificación del recurso clásico de la huida como la solución para acabar con el sufrimiento...
- S.L.: El personaje tiene un impulso romántico sobre su propia fatalidad y ha hecho como operaciones de exageración en torno a su vida. Sobre el final hay un contrapunto con su hermana y descubre que tal vez las cosas no fueron como las vivió. Y entonces advierte que quizá no había que huir tanto. Me gustaba la idea de un desenlace agridulce donde se desarma la fantasía de la liberación. Los personajes ahí se confrontan a lo que finalmente son, no desde la resignación sino desde la aceptación. El protagonista tiene un costado egoísta y no llega a ver que la hermana también la pasa mal. Quería establecer algo empático con todos los personajes y me gustó eso de lograr una zona de misterio en torno a los adultos. Esa gente estaba liberando otras batallas que los niños no pueden percibir.
- T.: Al protagonista le gusta adulterar el argumento de las películas que ve en función de cómo va variando la atención de su hermana...
- S.L.: Me gusta la idea de adulteración. El personaje va rearmando el relato de las películas que ve y se las apropia para entenderse a sí mismo. A mí la experiencia de haber pasado por el cine o el teatro me permite adulterar los relatos puros y probar nuevos sistemas narrativos. Creo que los escritores muchas veces no trabajamos con una expectativa de narrar la verdad sino sobre la idea de cómo cautivar a otro. A veces es más crucial a quién le cuento que cómo lo cuento. (Télam)
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