Un Hamlet exhaustivo aunque frio desembarco en la calle Corrientes

El director Ruben Szuchmacher monto una monumental puesta de "Hamlet", de William Shakespeare, en el Teatro San Martin, con lucido protagonismo de Joaquin Furriel y un extenso elenco, con todos los lujos de escenografia y maquinaria que permite ese

D-Interés14 de abril de 2019 Agencia Télam
El director Rubén Szuchmacher montó una monumental puesta de "Hamlet", de William Shakespeare, en el Teatro San Martín, con lucido protagonismo de Joaquín Furriel y un extenso elenco, con todos los lujos de escenografía y maquinaria que permite ese ámbito oficial, aunque algunos detalles distanciaron el interés de la platea.
Szuchmacher y su coadaptador Lautaro Vilo reincorporaron el uso de los tres actos con dos intervalos, lo que ronda las tres horas de representación, y se hizo una fuerte apuesta a lo visual, con ropas que remiten más a la primera mitad del siglo XX y no a la época isabelina y una escenografía correspondiente.
La versión rompe la racha, por lo menos, de las últimas versiones de la obra celebradas en la calle Corrientes, una de 2010 en el Centro Cultural de la Cooperación y la otra de 2011 en el Teatro Presidente Alvear, ambas de pobre memoria.
La versión de Szuchmacher-Vilo sigue el texto shakespeareano y a la vez lo distancia al dar una importancia esencial al protagonista -que solo desaparece a fines del segundo acto por su forzado viaje a Inglaterra- y deja a la intemperie a otros personajes, como la Reina Gertrudis (Eugenia Alonso) y Ofelia (Belén Blanco) al punto de que cuando se anuncia la muerte de la segunda no sucede nada, porque la platea no tuvo tiempo de encariñarse con ella.
En cambio, la dirección fomenta los lucimientos individuales como los de Claudio Da Passano, que hace toda una creación de Polonio, y aun de Lalo Rotavería, que a cargo de varios personajes despierta gran apego como el amanerado funcionario que propicia el duelo entre Hamlet y Laertes (Germán Rodríguez).
En cambio, a Marcelo Subiotto (Horacio) y Luis Ziembrowski (Claudio), actores de habitual potencia escénica, se los ve desguarnecidos y casi a media máquina, en tanto Mauricio Minetti, a cargo del Fantasma paterno, aparece más temeroso de caer desde las alturas del aparato móvil en que lo montaron que sentencioso e imperativo.
Al personaje Hamlet se lo puso históricamente como un adelantado filosófico cuyo caballito de batalla es la duda y la exasperación de lo subjetivo, a la manera de los sofistas griegos; pero en la visión de Szuchmacher hay más locura -tanta como en Ofelia- que reflexión.
Así, obliga al actor a una performance física extenuante para otro con menos preparación, y aquella locura está muy lejos de la postura melancólica y más que nada existencialista que en ese mismo escenario desarrollaba Alfredo Alcón en su versión de 1980, dirigida por Omar Grasso.
Por supuesto, no falta el soliloquio de "Ser o no ser", dicho bajo un haz de luz en el proscenio, donde a modo de una conferencia pagana el protagonista desarrolla sus ideas, donde el sueño y la muerte no traslucen la presencia divina, ni falta la conversación con el cráneo de Yorick en la escena del cementerio, cuando el héroe evoca la siempre misteriosa situación de haber besado los labios del bufón.
Szuchmacher no es un novato a la hora de enfrentar un Shakespeare; entre otras cosas dirigió a Alcón y Furriel en "Rey Lear", en 2009, cuando el teatro Lorange se transformó en Apolo, y tres años después llevó su conflictiva "Enrique IV, segunda parte" al Teatro del Globo londinense, donde salió airoso.
Es normal entonces su arrobamiento con el actor, que pasó de ser un carilindo en televisíón a un intérprete formado para exigencias mayores -de hecho su Hamlet crece visiblemente durante la función-, pero por momentos es riesgoso confiar solo en un actor la viabilidad de una trama.
Por supuesto que desde el escenario se dicen cosas que bien pueden interpelar cuestiones actuales, incluso de la sociedad argentina, porque esos poderes que se creen manejables y eternos -como el del impostor Claudio- pueden sucumbir con los cambios del viento, pero no hay que olvidar que los otros (personajes) también existen.
La puesta se beneficia con la efectiva escenografía de Jorge Ferrari, muy expresionista, las luces de Gonzalo Córdova y, sobre todo, de la música y los recursos sonoros de Bárbara Togander, habitual colaboradora del director.
"Hamlet" se ofrece de miércoles a domingos a las 20 en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, Corrientes 1530.
(Télam)
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