Gramatica de la sombra o la inercia del duelo: cuando la muerte abre a la deriva

De reciente edicion, “Gramatica de la sombra”, la novela de Jorge Consiglio que se publico en 2007 y ahora regresa con un texto casi nuevo, en palabras de su autor, indaga en la pregunta sobre como escapar al duelo, cuando un

D-Interés27 de noviembre de 2022 Agencia Télam
(Por Milena Heinrich) De reciente edición, “Gramática de la sombra”, la novela de Jorge Consiglio que se publicó en 2007 y ahora regresa con un texto casi nuevo, en palabras de su autor, indaga en la pregunta sobre cómo escapar al duelo, cuando un médico cirujano tiene que reconfigurar su vida a partir de la pérdida de su esposa, lo que lo lleva a transitar una suerte de no tiempo, una deriva vertiginosa que transita por situaciones y lugares imprevisibles.
"De golpe, se me clavó el rostro de Clara en plena frente. Me pasa siempre, el dolor me confunde tanto que no puedo reaccionar", escribe Lezcano, que ante la ausencia de su mujer tras una agónica enfermedad debe aprender a comprender la muerte -aquella que antes le resultaba de lo más cotidiana- y a rearmar su vida sin ella.
Alejada de la opacidad que supone el drama, "Gramática de la sombra" se sumerge en el terreno de la deriva, lo inesperado, la tensión. La novela combina dos narradores: una primera persona, que es Lezcano y escribe esas especies de entradas de lo que podría ser un diario como ejercicio de poner en palabras para curar pero que tampoco llegar al espesor de la pena, y otra tercera -la mayor parte de la trama- donde el tono no es la angustia sino una incógnita más profunda que bucea en la pregunta por la existencia. Ese juego de voces opera como un artefacto singular que es novela y, al mismo tiempo, breves relatos con cierta autonomía.
En ese sentido, "hay una primera instancia de perplejidad para el lector, de desorientación, pero al mismo tiempo estás jugando al contraste y el contraste supone también un margen de belleza", reflexiona Consiglio en diálogo con Télam sobre estos puntos de vista que intercalan y dinamizan la trama, donde Clara -esa mujer que muere- aparece por su ausencia y activa en el protagonista un montón de otros elementos que conducen a una historia que no se queda en ese dolor sino que indaga en el letargo insospechado que supone ese proceso de duelo. "Me preocupaba cómo escapar del realismo sin salir del todo, implosionarlo desde adentro", dice.
Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962) -escritor, licenciado en Letras, docente, tallerista- publicó "Gramática de la sombra" en 2007, y la editorial Mil Botellas le propuso reeditarla. Para el autor, como cuenta en un bar en un esquina del barrio de Colegiales, cerca de donde vive, escribir es un ejercicio de reescritura permanente y eso es lo que hizo con este libro, al que define como "un texto nuevo, una edición definitiva trastocada de la original. "Cuando releí la novela no me cerraba por ningún lado. Durante tres meses metí mucho mano".
-Télam: ¿Cómo trabajaste la estructura de la novela?
-Jorge Consiglio: Son relatos autónomos dentro de un collar mucho más grande, entonces te permite también, en una especie de teología personal, que vos enganches a tu lector y que jamás tu lector te abandone, porque estás en la misma atmósfera trabajando con una intriga más celular y al mismo tiempo progresando en una intriga mucho más vertebral del texto. Lo que trato de hacer es incrustar microrrelatos que funcionen como una especie de collar: que progreses con la intriga principal, con esos microrrelatos, trabajes en la atmósfera y, al mismo tiempo, mantengas una intriga individual.
-T: Esa intriga que se dispara a partir del duelo...
-J.G: Lo que vertebra tiene que ver con cómo escapa uno de un duelo. Es decir, cuál es la estrategia que usás para resolver eso que es una marca muy fuerte. Porque al protagonista se le muere la mujer y se melancoliza y empieza a tomar la ruta hacia un lugar incierto. Y eso me gustaba porque es una manera indirecta de narrar la incertidumbre.
Empieza un viaje que es transformación porque cuando te vas, te vas para ser otro. Eso pasa no sólo con la muerte, cuando cortás una pareja la única posibilidad es que uno de los miembros deje de existir: la invisibilización supone que dejes de ser lo que eras en ese vínculo. La falta de existencia de esa persona implica que muera algo tuyo, y es una muerte para renacer. Lezcano busca la fuga para, a través de la fuga, ser otro.
-T: Bueno y en la novela aparece mucho la pregunta sobre cómo es estar solo, qué es la soledad...
-J.G: Bajo la pregunta qué es estar solo, lo que verdaderamente subyace es quién soy. Porque cuando el personaje está en una relación, digamos institucional o social con sus pares, está escenificando. Cuando el personaje está verdaderamente solo ahí hay una instancia de hallazgo. A partir de la desunión de su pareja, tiene que verse en el espejo sin el otro. Eso supone un ejercicio de reconocimiento.
Con el duelo Lezcano habilita una zona que va de hallazgo en hallazgo. Ese deambular parece que fuera como en estaciones, como una especie de Vía Crucis luminoso. Estaciones en las que encuentra con otros personajes o acontecimientos que a él lo llenan de perplejidad. Y en ese deambular lo que hace es descubrir. Descubrir el cambio de vida, cambiar la mirada con respecto a tu contexto y ahí comienza esa cadena de hallazgos.
- T: ¿Cómo opera la repetición ahí? Lezcano escribe "si busco la repetición es para curarme".
-J.G: La repetición puede funcionar como instancia monomaníaca porque cuando repetís y te fijas en algo lo que también estás haciendo es echar raíces a mitos. Es el ejercicio de la memoria, mantenerla viva.
Pero también, hablar sobre eso que te ocurre tiene que ver con las técnicas del psicoanálisis. Esa rumia de volver, volver y volver y en algún momento, igual que una vaca, terminás tragando eso y quizá te libere el esófago. No está perpetuamente en tu boca y en tu estómago sino que en algún momento lo digerís. Esa es una de las probables intenciones del protagonista de Lezcano cuando habla y habla de esa persona que perdió. Habla lexicalizándola: Clara Clara Clara. Y habla a través de circunloquios porque cuando habla de otra cosa sigue hablando de ella.
-T: Esta novela la publicaste hace quince años ¿cómo fue reencontrarte?
-J.G: La propuesta me puso muy feliz. A la novela la tenía olvidada y cuando empiezo a leerla, no me cerraba por ningún lado. Por dos cuestiones: una era la prosa. Cuando volvés diez años atrás te das cuenta qué relación tenías con la realidad a través del lenguaje. La sintaxis me parecía compleja, una manifestación muy evidente del artificio, con ciertas subordinadas que tienen que ver con evidenciar cuán bien escribís. Los diálogos fueron otra cosa que quise laburar, no me dejaban cómodo. Tanto en la prosa como en la estructura del diálogo, se filtraba una dimensión simbólica demasiado inmediata, como si el símbolo estuviera muy cerca de su referente. Así que decidí meterle mucha mano y es una edición definitiva porque se diferencia radicalmente.
Y otra de las cosas que supuso volver al 2007 fue encontrarme con mi fascinación por el drama, en su momento la novela suponía una arqueología de la pena. Volví a atravesar el texto destornillando y sacando esos grumos dramáticos.
-T: ¿Lo que ocurrió con "Gramática de la sombra" te podría pasar con otros textos de reescribirlos?
J.G: Me pasó con "Pequeñas intenciones". Supongo que eso es la escritura. Leí una entrevista que Briante le hace a Borges cuando publica en Emecé. Y Briante le dice 'usted sacó libros de acá y le metió mano ¿eso no le parece osado?' Y el viejo le dice 'lo que pasa es que yo no puedo firmar algo por lo que no me siento representado´. Es decir, si él que es la literatura lo dijo... El ejercicio de la escritura para mí tiene que ver con la reescritura, estás constantemente en movimiento con ese texto.
-T: ¿Y por dónde va esa reescritura? ¿Por la historia o el lenguaje?
-J.G: Por las dos cosas. ¿Qué es la literatura? Es una experiencia con el lenguaje, por lo cual lo primero que se impone es justamente qué te pasa a vos con el lenguaje que soporta ese texto. Después, dentro de esta cuestión símbolo referente, la trama, como la quieras llamar, también empieza a operar. Porque ahí hay algo: si ponés en resaltador ciertas cosas o le pones al lector carteles luminosos, eso también tenés que erosionarlo. El lenguaje propiamente dicho, es clave, inobjetable, lo primero. Y después qué te pasa con la peripecia, qué podés limar para mejorar ese artefacto literario.
-T: En tu obra das mucho lugar al detalle ¿qué se aloja ahí?
.J.G: A mí me fascina el laburo con los detalles, probablemente por una instancia neurótica. En un detalle hay un cambio de velocidad: vos venís narrando a velocidad y si te detenés en un detalle cambiás la velocidad pero por un segundo, y después seguís. Entonces ese cambio de ritmo, beneficia a la trama.
Por otro lado, hay algo con la distancia. Venís con una distancia narrativa, estás alejado, para tener una escena más global y cuando vas a un detalle te acercás. Cuando te acercás ese juego de distancia también genera un movimiento. Entonces, tenés distancia por una parte y velocidad por otra. Y eso le da un sacudón a la prosa.
-T: Eso también es la economía del lenguaje ¿no?
-JG: El laburo con la literatura es absolutamente económico. Es decir qué escenas elegís vos para narrar la trama. Y, después, una especie de microeconomía que tiene que ver con qué detalles elegís para narrar atmósfera, velocidad, distancia. Ese detalle también define a tu personaje. O sea, en muchos casos, vale más la pena detenerse en un código gestual de tu personaje que narrar cómo se siente. Si el tipo está constantemente pestañeando vos estás narrando y diciendo, al mismo tiempo, que el tipo está ansioso pero sin decirlo. Esa lexicalización me parece más relacionada a la manifestación del artificio pensando en la verosimilitud que si vos narrás que el tipo tiene un tic. Y estás narrando ese personaje desde el subsuelo. (Télam)
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