El color de siempre en un superclasico distinto para el hincha de Boca
El color es el de siempre, los gritos y las banderas tambien, pero este superclasico tenia para el hincha de Boca Juniors un sabor distinto: el corazon estaba en el templo ubicado a las orillas de la Ribera, pero la cabeza a miles de kilometros en
Las persianas de los viejos negocios cercanos a Caminito madrugaron más que nunca, no hay domingo que valga cuando se juega con River en un horario más para la sobremesa familiar que para la pasión futbolera.
La Liga Profesional definió el partido más importante del fútbol argentino se desarrolle a las 14, debido al debate presidencial de esta noche a las 21 en Santiago del Estero, pese a que en principio se había propuesto jugarlo ayer pero a los dirigidos por Jorge Almirón no le daba el tiempo de más de 48 horas de un encuentro a otro, después de empatar ante el "Verdao" 0 a 0 casi en el comienzo del viernes último.
"Hay que ganar en San Pablo", el pasacalle colgado a lo largo de la calle Hernandarias, a dos cuadras del estadio Alberto J. Armando lo decía todo, era un mensaje en forma de exigencia o de ruego, sólo lo sabrá el sentimiento de quien lo instaló.
A los que a las 8 de la mañana ya estaban cantando en la previa de la calle Martín García poco les importaba el encuentro en Brasil, a todos se le notaba que siguieron de largo de una noche interminable y el grito era para el rival de siempre: "Suben y bajan parecen un ascensor", rebotaba en las viejas paredes que dan enfrente al parque Lezama.
Las birras, el choripán y la bondiopán se pasaban de mano en mano, ante la mirada de asombro de los primeros vecinos que desafiaban al hermoso sol dominguero para hacer las primeras compras.
A las 10, llegaron los micros con las peñas del interior, con menos gente que en otros superclásicos, muchos se quedaron en Buenos Aires después del encuentro ante Palmeiras.
Paso de los libres, San Luis, Formosa, Mar del Plata, Ushuaia, Carlos Paz, algunos de los lugares de donde bajaban los hinchas con sus camisetas, sus gorros, sus estandartes.
"El superclásico es el superclásico, pero si ganamos esta tarde y quedamos afuera en la Copa y ya no sirve la alegría de hoy", lo decía José Ferraro socio vitalicio 9.875 con mil batallas futboleras en su lomo que llegaba de Córdoba sin dormir, con sus arrugas marcadas que demostraban su largo camino de vida.
Las puertas del "templo se abrieron a las 11 ya a esa hora estaban colgados los "trapos" que siempre adornan las cabeceras y los palcos que dan a la calle del Valle Iberlucea.
En tanto, afuera como otras veces ya se vivía el clima electoral que se viene en diciembre por la elección de presidente boquense por cuatro años más.
Banderas postulando la continuidad Juan Román Riquelme, la vuelta del macrismo con Andrés Ibarra como candidato, otras postulando a Jorge Reale y varias con el nombre del Rafa Di Zeo, uno de los líderes de la "12".
"Boca contra todos, todos contra Boca", decía la larga bandera que da a arriba de donde están los bancos de suplentes en la Bombonera.
A las 13 salía el equipo local a hacer el precalentamiento, encabezado por el arquero Sergio Romero y el grito de "Chiquito Chiquito" retumbaba en la multitud que alentaba al "héroe" de los penales ante Nacional de Montevideo y Racing Club que le permitieron a Boca llegar a las semifinales de la Libertadores.
El otro aclamado fue Darío Benedetto, con el famoso "Pipa, Pipaa".
En tanto los futbolistas de River no lo hicieron como habitualmente en el campo de juego, utilizaron la vieja cancha de cemento donde juega el "baby fútbol" de la escuela del club.
Solamente, los arqueros Franco Armani, Ezequiel Centurión y sus entrenadores estuvieron en el área que da a la cabecera Sur.
Y llegó el momento esperado: Enzo Perez de un lado y Sergio Romero del otro asomaron sus cabezas; detrás, los demás. El estadio se movía, las cerca de 54 mil almas deliraban detrás del humo, los papelitos y las bombas de estruendo. El Superclásico tenia el calor y color de siempre.
El canto era "Quiero la Libertadores y una gallina matar" y el "Esta tarde cueste lo que cueste", eran un grito que cruzaba el estadio.
Boca y River ya están frente a frente, el hincha de Boca sabe que la cita es ahora, su corazón está en Brandsen, pero su cabeza en el jueves próximo, ahí se juega el pasaporte para la final en búsqueda de la "gran obsesión" que persigue hace 16 años: La Conmebol Libertadores. (Télam)
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