Pappo: una personaje que dejo un sinfin de anecdotas
El caracter extrovertido de Pappo dejo como resultado en todos los que tuvieron la oportunidad de conocerlo un sinfin de anecdotas, en su mayoria hilarantes, que hablan a las claras de los distintos aspectos de su personalidad.
El carácter extrovertido de Pappo dejó como resultado en todos los que tuvieron la oportunidad de conocerlo un sinfín de anécdotas, en su mayoría hilarantes, que hablan a las claras de los distintos aspectos de su personalidad.
A pedido de Télam, muchos músicos que compartieron vivencias contaron algunas historias que valen la pena recordar.
Isa Portugheis: "Cuando tenía 17 ó 18 años me vine desde La Plata, mi ciudad natal, a su histórica casa familiar en La Paternal porque tenía el dato que un plomo que trabajaba con él hacía fundas de fibra para baterías. Me atendió Angelita, su madre, y me dijo que el nene estaba en el hospital enyesado. Se había pegado un palo con la moto. Fui a verlo y, sentado al borde de su cama, en un lugar con otros pacientes en otras camas, terminamos hablando de Cream porque éramos los dos fanáticos, él tratando de emular a Clapton y yo a Ginger Baker. Luego tuvimos historias en paralelo, debido a los viajes, y muchos encuentros en diferentes períodos. Coincidimos en Londres en 1974. Sonó el teléfono de la casa de mi hermano Alberto, pianista clásico internacional, que vivía allí, y era Pappo. La anécdota es que pasamos juntos ahí la fiesta de fin de año y estaba Martha Argerich, a la que Pappo le dijo: 'Tóquese algo'. Terminamos tocando nosotros dos con tremenda artista como público".
Machi Rufino: "Mi primer contacto fue en la famosa Cueva que estaba en la Avenida Rivadavia. En esa época, yo era una especie de potentado porque tenía un bajo Fender, que era como tener un Rolls Royce. Iba como todo el mundo con la intención de subirme al escenario a tocar y viene Pappo, que ya era una figura, me da la mano y me dice: 'Hola, mucho gusto. Soy Pappo. ¿Me prestás el bajo?'. Muchos años después, cuando hacía mucho que no lo veía, había muerto mi hija y fui invitado por Divididos a tocar en Obras. Yo no estaba tocando pero como mi hija era fanática de ellos, pensé que en algún lugar del cosmos iba a estar feliz de verme allí. En Obras me lo encuentro a Pappo y él, que no acostumbraba a besar a los hombres y si alguien quería hacerlo estiraba la mano, me dio un beso. No me dijo nada. Yo entendí que ese gesto significaba: 'Siento mucho lo que pasó con tu hija'".
Claudio Gabis: "Una calurosa tarde del verano del '68, Javier Martínez me llevó a una sala de teatro en donde ensayaba un grupo, con el objetivo de escuchar a un joven guitarrista que prometía mucho. Al llegar, lo veo a Pappo arrodillado en el escenario, golpeando e insultando a un pedal de guitarra que sostenía en la mano y amenazaba con arrojarlo lo más lejos y violentamente posible. Nos presentaron mutuamente como guitarristas de blues y entonces él me preguntó: '¿Sabés algo de distorsionadores?. Compré este, anduvo fenómeno una semana y ya no funciona más'. Yo ya tenía cierta experiencia con esos bichos. Le pregunté: '¿Le cambiaste las pilas? Puede ser que se hayan gastado'. Me miró atónito y, con su típica carcajada, esa que asustaba pero nunca mordía, me contestó: 'Qué delirio. No tenía ni idea de que este relajo funcionara con pilas'".
Vitico: "Estábamos tocando ante un grupo de punks que nos escupían, como era su costumbre. No era por mala onda ni por repudiarnos. Era la manera de mostrarte su gratitud. El tema es que nos escupían tanto que tuvimos que parar de tocar. Y Pappo, con su típica voz, dijo ante el micrófono: 'Paren de escupir o saco la manguera con mierda que tengo atrás del escenario y los baño a todos'".
Javier Malosetti: "Para su último disco, alguien le había hecho unos arreglos de vientos que no le habían gustado porque le habían funkeado todo, en una onda Tower of Power. Corcho Rodríguez y Álvaro Villagra me ofrecen a mí que me haga cargo a pesar de que él ya no quería saber nada con agregar vientos. Incluso, un día entró al estudio y había un cuarteto de cuerdas afinando para meter unos arreglos en un tema y dijo: 'Qué asco'. Hice unos arreglos influenciado por la vieja música, sin usar saxos altos salvo en 'Rock and roll y fiebre'. Algo más en el estilo de Sam Cooke o B. B. King. Cuenta la leyenda que cuando se enteró que estábamos laburando eso, vino al estudio con la intención de matarnos a todos, pero cuando llegó al estudio era el tipo más amable y encantador que conocí. Se sentó a escuchar y, en un momento, dice: 'En esta parte bajá la guitarra que arruina el arreglo de caños'. Lo interpreté como un halago total". (Télam)
A pedido de Télam, muchos músicos que compartieron vivencias contaron algunas historias que valen la pena recordar.
Isa Portugheis: "Cuando tenía 17 ó 18 años me vine desde La Plata, mi ciudad natal, a su histórica casa familiar en La Paternal porque tenía el dato que un plomo que trabajaba con él hacía fundas de fibra para baterías. Me atendió Angelita, su madre, y me dijo que el nene estaba en el hospital enyesado. Se había pegado un palo con la moto. Fui a verlo y, sentado al borde de su cama, en un lugar con otros pacientes en otras camas, terminamos hablando de Cream porque éramos los dos fanáticos, él tratando de emular a Clapton y yo a Ginger Baker. Luego tuvimos historias en paralelo, debido a los viajes, y muchos encuentros en diferentes períodos. Coincidimos en Londres en 1974. Sonó el teléfono de la casa de mi hermano Alberto, pianista clásico internacional, que vivía allí, y era Pappo. La anécdota es que pasamos juntos ahí la fiesta de fin de año y estaba Martha Argerich, a la que Pappo le dijo: 'Tóquese algo'. Terminamos tocando nosotros dos con tremenda artista como público".
Machi Rufino: "Mi primer contacto fue en la famosa Cueva que estaba en la Avenida Rivadavia. En esa época, yo era una especie de potentado porque tenía un bajo Fender, que era como tener un Rolls Royce. Iba como todo el mundo con la intención de subirme al escenario a tocar y viene Pappo, que ya era una figura, me da la mano y me dice: 'Hola, mucho gusto. Soy Pappo. ¿Me prestás el bajo?'. Muchos años después, cuando hacía mucho que no lo veía, había muerto mi hija y fui invitado por Divididos a tocar en Obras. Yo no estaba tocando pero como mi hija era fanática de ellos, pensé que en algún lugar del cosmos iba a estar feliz de verme allí. En Obras me lo encuentro a Pappo y él, que no acostumbraba a besar a los hombres y si alguien quería hacerlo estiraba la mano, me dio un beso. No me dijo nada. Yo entendí que ese gesto significaba: 'Siento mucho lo que pasó con tu hija'".
Claudio Gabis: "Una calurosa tarde del verano del '68, Javier Martínez me llevó a una sala de teatro en donde ensayaba un grupo, con el objetivo de escuchar a un joven guitarrista que prometía mucho. Al llegar, lo veo a Pappo arrodillado en el escenario, golpeando e insultando a un pedal de guitarra que sostenía en la mano y amenazaba con arrojarlo lo más lejos y violentamente posible. Nos presentaron mutuamente como guitarristas de blues y entonces él me preguntó: '¿Sabés algo de distorsionadores?. Compré este, anduvo fenómeno una semana y ya no funciona más'. Yo ya tenía cierta experiencia con esos bichos. Le pregunté: '¿Le cambiaste las pilas? Puede ser que se hayan gastado'. Me miró atónito y, con su típica carcajada, esa que asustaba pero nunca mordía, me contestó: 'Qué delirio. No tenía ni idea de que este relajo funcionara con pilas'".
Vitico: "Estábamos tocando ante un grupo de punks que nos escupían, como era su costumbre. No era por mala onda ni por repudiarnos. Era la manera de mostrarte su gratitud. El tema es que nos escupían tanto que tuvimos que parar de tocar. Y Pappo, con su típica voz, dijo ante el micrófono: 'Paren de escupir o saco la manguera con mierda que tengo atrás del escenario y los baño a todos'".
Javier Malosetti: "Para su último disco, alguien le había hecho unos arreglos de vientos que no le habían gustado porque le habían funkeado todo, en una onda Tower of Power. Corcho Rodríguez y Álvaro Villagra me ofrecen a mí que me haga cargo a pesar de que él ya no quería saber nada con agregar vientos. Incluso, un día entró al estudio y había un cuarteto de cuerdas afinando para meter unos arreglos en un tema y dijo: 'Qué asco'. Hice unos arreglos influenciado por la vieja música, sin usar saxos altos salvo en 'Rock and roll y fiebre'. Algo más en el estilo de Sam Cooke o B. B. King. Cuenta la leyenda que cuando se enteró que estábamos laburando eso, vino al estudio con la intención de matarnos a todos, pero cuando llegó al estudio era el tipo más amable y encantador que conocí. Se sentó a escuchar y, en un momento, dice: 'En esta parte bajá la guitarra que arruina el arreglo de caños'. Lo interpreté como un halago total". (Télam)
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