Lautaro Delgado protagoniza Un domingo en familia en el Cervantes
Lautaro Delgado protagoniza "Un domingo en familia", obra que relata el dia del secuestro y desaparicion del dirigente de la organizacion Montoneros Roberto Quieto, en la que busca reflexionar sobre cuestiones pendientes de la decada del '70, y que
Lautaro Delgado protagoniza "Un domingo en familia", obra que relata el día del secuestro y desaparición del dirigente de la organización Montoneros Roberto Quieto, en la que busca reflexionar sobre cuestiones pendientes de la década del '70, y que se estrenó el jueves pasado en Teatro Nacional Cervantes.
"Aunque hay datos evidentes de que es él, en la obra nunca se nombra directamente a Quieto ni la idea de la puesta nunca fue encarnarlo; no es mi persona haciendo de Quieto sino mi cuerpo tomado por un discurso", comenta Delgado en charla con Télam.
La obra, estrenada el jueves en el Teatro Nacional Cervantes, fue escrita por Susana Torres Molina y dirigida por Juan Pablo Gómez.
"Hay algo en el dispositivo de la obra -continúa Delgado- que está jugando todo el tiempo con el sistema de representación. Es un texto muy expositivo que tiene algo poético y de relato histórico donde aparecen incluso citas textuales de personajes entrelazadas en el discurso de actores que se desdoblan y lo que le interesó al director fue jugar con actores que somos como comunicadores de un momento histórico".
Continuando con el relato sobre la puesta que comparte en el escenario con Anabella Bacigalupo, Juan De Rosa y José Mehrez, Delgado cuenta que se trata de algo parecido a "una sinfonía confusa de voces de una época, intentando ver los '70 desde diferentes puntos de vista y distintos relatos, que a veces son armónicos pero otras son disonantes y generan ruido".
Télam: Eso es puro trabajo de la escena.
Lautaro Delgado: La propuesta del director nunca fue ser dócil con el texto, no hacemos una traducción de la obra sino que la intervenimos todo el tiempo con nuestra mirada y nuestras opiniones lo que le da mayor espesor. Los relatos disonantes que suenan en la obra juegan mucho con el ruido y con lo sonoro. Los actores cantamos, tocamos instrumentos como tachos, caños, hay teléfonos que se golpean, micrófonos para hacer foley.
T: El de Roberto Quieto es un destino muy paradójico.
LD: Sí, el interrogante que se formula Quieto y muchos militantes de Montoneros en ese momento y la discusión que trae de vuelta la obra es la decisión de pasar a la clandestinidad en 1974. Quieto creía que eso iba a exponer a toda la militancia y generar una entrega masiva de militantes y muchas muertes. Esa es una discusión que no sé si fue abordada con profundidad en el plano político dentro de la militancia peronista o de las organizaciones revolucionarias. Después sucede algo muy oscuro y es que luego de su secuestro, Montoneros enjuicia a Quieto en ausencia y lo condena a muerte estando él desaparecido; también a partir de este hecho se instaura la pastilla de cianuro que los militantes de Montoneros debían tomar si eran secuestrados por las fuerzas militares prefiriendo la muerte a la posibilidad de delatar compañeros en la tortura. Creo que todo esto que rodea a Quieto es una discusión muy compleja no saldada y que la obra habilita.
T: Quieto pierde gravitación en la cúpula de Montoneros a partir de su discusión sobre el pase a la clandestinidad.
LD: Quieto no estaba de acuerdo con el pase a la clandestinidad ni con la supremacía de una lógica militar, y en el día a día lo fue ganando el desánimo de no poder ver a sus hijos y su esposa, de hecho cuando lo secuestran está con su familia pasando un día en un recreo a orillas del río, desoyendo normas impartidas por la organización que él mismo comandaba. (Télam)
"Aunque hay datos evidentes de que es él, en la obra nunca se nombra directamente a Quieto ni la idea de la puesta nunca fue encarnarlo; no es mi persona haciendo de Quieto sino mi cuerpo tomado por un discurso", comenta Delgado en charla con Télam.
La obra, estrenada el jueves en el Teatro Nacional Cervantes, fue escrita por Susana Torres Molina y dirigida por Juan Pablo Gómez.
"Hay algo en el dispositivo de la obra -continúa Delgado- que está jugando todo el tiempo con el sistema de representación. Es un texto muy expositivo que tiene algo poético y de relato histórico donde aparecen incluso citas textuales de personajes entrelazadas en el discurso de actores que se desdoblan y lo que le interesó al director fue jugar con actores que somos como comunicadores de un momento histórico".
Continuando con el relato sobre la puesta que comparte en el escenario con Anabella Bacigalupo, Juan De Rosa y José Mehrez, Delgado cuenta que se trata de algo parecido a "una sinfonía confusa de voces de una época, intentando ver los '70 desde diferentes puntos de vista y distintos relatos, que a veces son armónicos pero otras son disonantes y generan ruido".
Télam: Eso es puro trabajo de la escena.
Lautaro Delgado: La propuesta del director nunca fue ser dócil con el texto, no hacemos una traducción de la obra sino que la intervenimos todo el tiempo con nuestra mirada y nuestras opiniones lo que le da mayor espesor. Los relatos disonantes que suenan en la obra juegan mucho con el ruido y con lo sonoro. Los actores cantamos, tocamos instrumentos como tachos, caños, hay teléfonos que se golpean, micrófonos para hacer foley.
T: El de Roberto Quieto es un destino muy paradójico.
LD: Sí, el interrogante que se formula Quieto y muchos militantes de Montoneros en ese momento y la discusión que trae de vuelta la obra es la decisión de pasar a la clandestinidad en 1974. Quieto creía que eso iba a exponer a toda la militancia y generar una entrega masiva de militantes y muchas muertes. Esa es una discusión que no sé si fue abordada con profundidad en el plano político dentro de la militancia peronista o de las organizaciones revolucionarias. Después sucede algo muy oscuro y es que luego de su secuestro, Montoneros enjuicia a Quieto en ausencia y lo condena a muerte estando él desaparecido; también a partir de este hecho se instaura la pastilla de cianuro que los militantes de Montoneros debían tomar si eran secuestrados por las fuerzas militares prefiriendo la muerte a la posibilidad de delatar compañeros en la tortura. Creo que todo esto que rodea a Quieto es una discusión muy compleja no saldada y que la obra habilita.
T: Quieto pierde gravitación en la cúpula de Montoneros a partir de su discusión sobre el pase a la clandestinidad.
LD: Quieto no estaba de acuerdo con el pase a la clandestinidad ni con la supremacía de una lógica militar, y en el día a día lo fue ganando el desánimo de no poder ver a sus hijos y su esposa, de hecho cuando lo secuestran está con su familia pasando un día en un recreo a orillas del río, desoyendo normas impartidas por la organización que él mismo comandaba. (Télam)
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