D-Interés Agencia Télam 09 de noviembre de 2023

Una muestra del artista Rosemberg Sandoval recoge la violencia ancestral de Colombia

En la muestra "Oro y mugre", de la porteña galeria W-archivo, el colombiano Rosemberg Sandoval exhibe un conjunto de obras inspiradas en la violencia que atraviesa su pais, donde los daños de la exclusion, el desarraigo

(Por Claudia Lorenzón) En la muestra "Oro y mugre", de la porteña galería W-archivo, el colombiano Rosemberg Sandoval exhibe un conjunto de obras inspiradas en la violencia que atraviesa su país, donde los daños de la exclusión, el desarraigo indígena y la marginalidad se condensan en objetos de la cotidianeidad como sábanas, pañales y zapatos intervenidos artísticamente, y en una performance donde pétalos y espinas de rosas se funden en el cuerpo sangrante del artista.
“En toda mi obra hay un componente salvaje y filosófico de destreza y fiereza, intención exquisita y materialidad brutal. Es el amor, la locura y el arte al servicio de la transgresión, el sentido y la memoria”, dice Sandoval, quien imprime una visión política a su creación artística.
"Cuerpos y objetos son usados como documentos y dispositivos de memoria imantados de sentido, barbarie, trauma y dolor. Contexto e historia están anclados indudablemente en su producción de arte", destaca la curadora Karime García Martínez sobre la muestra que reúne obras desde los años 90 al presente unidas a través del elemento tierra: lugar donde se construye un hogar, pero donde también se lo puede perder e incluso morir en un desalojo violento.
La familia y la infancia son ejes que atraviesan la exposición, a través del dibujo, el frottage, la fotografía, el video y la performance, y "Sandoval realiza acciones sobre y con los objetos, que son restos de acontecimientos reales, denunciando situaciones de desigualdad social generadas tanto por los conflictos bélicos de desterritorialización y desarraigo, como por políticas inoperantes que ponen en vilo los derechos fundamentales", sostiene la curadora.
La exhibición señala las maneras estéticas, antiestéticas y artísticas que Sandoval utiliza para “reflexionar desde y con la marginalidad”, expresa García Martínez.
"La violencia en Colombia se manifiesta de muchísimas maneras y la suma de todas esas violencias es lo que enfatizo y trato de convertir en un asunto totalmente ético. Visto desde el arte, Colombia es un país supremamente conflictivo: en el siglo XIX tuvo 13 guerras internas civiles y en el siglo XX, pues ni se diga desde 1948 con el Bogotazo hasta hoy. Uno vive toda clase de peligros con la delincuencia, con la iglesia, con el Estado, con la insurgencia, y de alguna manera se inmuniza contra todo ese tipo de posibilidades de muerte", manifiesta el artista a Télam.
"Yo nací en el campo, al norte del Valle del Cauca y por esa violencia de finales de los años 50 y comienzos del 60, fuimos desterrados y fuimos a Cali. Yo tenía un año y seis meses.
El problema esencial en Colombia es la tierra, allí se centra todo y entonces lo que ha ocurrido desde hace 200 años es que unas pocas familias protegidas por la delincuencia común, por las fuerzas del Estado han hecho de la tierra un negocio, y se han hecho pues millonarios. No queda documento y son ellos los únicos dueños y no hay cómo reclamar, te dan 24 horas y si no te vas, te morís", cuenta el artista sobre la violencia que atraviesa su vida y su obra.
Ante esta violencia, la obsesión por la lectura desde los 10 años le generó "como un aura, una especie de protección al igual que haber deseado siempre ser artista y haber tenido muy buenos profesores de arte", manifestó Sandoval.
"Otros aspectos que marcaron mucho el lenguaje que yo utilizo es haber vivido frente a la puerta de urgencias de un hospital público en donde trabajaron mi hermano y mi hermana como enfermeros. En las noches iba a llevarles chocolate o café y siempre me quedaba allí jugando. Yo tenía cinco o seis años y como era de noche no había público, entonces entraba por la puerta de urgencias y siempre veía gente despidiéndose del mundo o luchando para no morir. En ese momento no entendía mucho sobre la muerte, pero sí me conecté con el dolor".
"Oro y mugre" presenta dos núcleos: “La fachada”, en la que se abordan condiciones simbólicas de vivienda; y “Refugio”, que se adentra en situaciones que surgen de las carencias en el hogar o la falta del mismo, con las que se da cuenta de las causas de la violencia en el núcleo familiar, ya que muchas familias han sufrido, como el artista, el desplazamiento de las tierras que habitaban.
La exhibición se inicia con "Rancho rojo", que es el calco de una vivienda intrusiva en un terreno de la ciudad colombiana de Jamundi. La obra está hecha con una inmensa sábana blanca sobre la que el artista frotó paños embebidos con tinta de óxido de hierro, captando la fachada de esa casa que con el tiempo fue desalojada.
En la pared opuesta, la muestra continúa con una pancarta realizada con bolsas blancas de material reutilizable, sobre la que el artista imprimió con carbonilla la frase "La pobreza me emputa" que simboliza el enojo que las situaciones de carencia generan en las diferentes comunidades.
Ese afiche aparece luego en un video que registra una performance de la que participa el artista en la que la imagen de un Cristo crucificado cae y se despedaza en el suelo, frente a la fachada de la galería que tiene en Bogotá. La intervención artística, realizada en 2022, es "una crítica a la religión como una forma de empobrecimiento y de esclavitud por apoyar la guerra" y los tipos de violencia política que históricamente hubo en Colombia, explica la curadora.
En esta parte de la exhibición, la representación de la cultura indígena está presente con un frotagge de San Agustín, una región en Colombia donde hay un cementerio de más de 3.000 años en el que se encuentran esas figuras de los indígenas que eran parte de esta sociedad hace mucho tiempo.
Una diminuta vivienda hecha con granos de arroz, que cabe en la palma de una mano, contrasta con los objetos de gran tamaño con los que se inicia la muestra. La obra simboliza "la fragilidad que tienen los hogares en la actualidad y la fragilidad que supone la falta de viviendas y que genera la extrema pobreza", explica la curadora, quien agrega que el arroz es un alimento típico en Colombia, que forma parte del menú diario de los habitantes de ese país.
En el subsuelo de la galería, la muestra continúa con la problemática que implica no tener un hogar, representada en un pedazo de cartón corrugado que perteneció a una persona en situación de calle.
El cartón aparece pegado sobre una de las paredes, pintado en dorado, en una de sus mitades. "Ese cartón es la cama de una persona", dice la curadora y agrega que el artista tiene varias formas de conseguir sus materiales: se los apropia como parte de una realidad que lo interpela y lo identifica o hace intercambios con sus dueños.
Parte de esas acciones de apropiación que realiza como forma de su práctica artística dan como resultado obras plasmadas con carbonilla sobre pañales de tela o fundas de almohadas con la inscripción de la palabra Awá, que es el nombre de una comunidad indígena.
Zapatos de niños y adultos hallados en las calles aparecen cubiertos de una capa de barro, con lo que se refuerza la situación en la que los encontró y remite "al desplazamiento, la mugre, la extrema pobreza y a no tener un lugar limpio para vivir", explica la curadora.
Se suma con un duro mensaje una obra realizada con camisas blancas de niños sobre las que el artista escribió en letra cursiva las posibles profesiones que podrían tener en el futuro en Colombia: paramilitar, ratero, dictador, jíbaro, insurgente, pastor, presidente, intelectual, asesino, narcotraficante, papá, general. La elección forma también parte de un juego de "amarrar una profesión con otra", en una combinación que puede resultar hasta siniestra.
La performance “Rose Rose”, cuyo título remite a su propio nombre y a las rosas rojas que emplea en la exhibición, alude a uno de los trabajos mal pagos en Colombia, como es el de recolector de rosas, pese a que esas flores forman parte del mercado exportador de ese país.
La performance que también se exhibe desde una pantalla televisiva, tiene que ver "con la soledad, la muerte, el duelo, la magia y la poética porque es muy linda y consiste en moler dos ramos enormes de rosas con espinas, con mis manos hasta que las gotas de sangre caen en el piso", dice Sandoval.
La sangre se confunde con los pétalos que caen, “entonces convertir una cosa en otra es parte de la magia de la acción, además del perfume a rosas que es especial. También tiene mucho color porque el rojo y el verde sobre el blanco de la ropa que uso se ve muy bien. A eso se suma la vasija de metate, una piedra hecha en San Agustín, un lugar sagrado de Colombia donde termina la performance, con las gotitas de sangre que caen en la vasija", explica el artista.
La muestra puede visitarse hasta mediados de febrero de 2024, en Viamonte 452, Ciudad de Buenos Aires, de lunes a viernes de 13 a 17.30.
(Télam)

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