Hace pocos días se celebró el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, fecha en la que se busca crear conciencia sobre la importancia de prevenir y combatir esta enfermedad que afecta a tantas mujeres.

Una de las herramientas más importantes en esta lucha es, sin duda, la mamografía, uno de los grandes inventos de la medicina moderna. Este examen rápido y sencillo te permite detectar señales de cáncer en forma temprana, antes de que aparezcan los primeros síntomas.

Por eso, es recomendable que te hagas este estudio en forma periódica, para estar al tanto de cualquier cambio al que haya que prestarle atención.



¿Qué es una mamografía?

Una mamografía (o, más propiamente, un mamograma) es una imagen del seno que se obtiene a través de rayos X. Se realiza utilizando un aparato específico llamado mamógrafo. El mamógrafo es un instrumento radiológico que está especialmente diseñado para tomar una imagen del seno femenino. El elemento central del mamógrafo es el tubo de rayos X, que permite tomar la imagen de la misma manera que en una radiografía convencional.

El propósito de la realización de una mamografía es la detección de tumores en el tejido mamario. En mujeres que no tienen antecedentes de cáncer de mama, se trata de un procedimiento preventivo, que ayuda a detectar tempranamente posibles signos de cáncer. En mujeres a quienes ya se ha diagnosticado esta enfermedad, la realización de mamografías es vital para detectar la evolución de los tumores y el efecto del tratamiento que se esté realizando.

La mamografía no es un procedimiento cotidiano, sino que se realiza de tanto en tanto. Se recomienda que, además, te palpes los senos con frecuencia en busca de protuberancias o signos de la posible evolución de un tumor. Sin embargo, esto no reemplaza a la mamografía, que es un procedimiento capaz de detectar la presencia de estos tumores en el interior del seno mucho antes de que aparezcan signos visibles o perceptibles al tacto.

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¿Por qué es importante hacerse mamografías periódicas?

Como dijimos más arriba, una mamografía es un elemento esencial en la detección temprana de signos de cáncer de mama. Y por eso, es vital que todas las mujeres de cierta edad se sometan a mamografías periódicas.

Ocurre que el cáncer de mama es curable en más del 90% de los casos si se diagnostica en sus primeros estadios. La efectividad de los tratamientos disminuye cuando más se tarde en detectar la afección. Por eso, pasar periódicamente por el mamógrafo puede marcar la diferencia entre un tratamiento efectivo, que elimine de raíz la enfermedad, y un cuadro más complicado que pueda requerir tratamientos agresivos e incluso la mastectomía.

Cuando hablamos de hacerse mamografías “periódicas”, ¿a qué nos referimos exactamente? No existe una frecuencia “ideal” para todas las mujeres; todo depende de los factores de riesgo presentes en cada caso.



Entonces ¿cuándo empezar a hacerse mamografías, y cada cuánto?

Para mujeres con riesgo promedio, sin antecedentes familiares de cáncer de mama, generalmente se recomienda realizarse el estudio cada año o cada dos años, a partir de los 40; y de los 50 años en adelante, todos los años.

Sin embargo, en mujeres que tengan antecedentes de cáncer de mama en su familia (lo que aumenta el riesgo de sufrirlo ellas mismas), se sugiere que se empiece antes de los 40. Más precisamente, que pasen por el mamógrafo a partir del momento en que tengan diez años menos que la pariente a la que se le haya detectado cáncer de mama. Por ejemplo, si a tu mamá o tu tía se les detectó esta afección a los 42, deberías empezar a controlarte a partir de los 32.

Todo esto se aplica, por supuesto, para la detección temprana de posibles tumores. Si ya confirmaste que sufrís de cáncer de mama, la frecuencia de realización de las mamografías te la indicará el profesional de la salud que esté a cargo de tu tratamiento.

¿Es un procedimiento doloroso?

Depende. Algunas mujeres sólo sienten una pequeña molestia por la compresión del seno (es necesario “achatarlo” para que el aparato pueda tomar una imagen clara). Otras refieren sentir un dolor agudo. Pero en todos los casos se trata de un lapso breve, generalmente de sólo unos segundos.

Es importante remarcar que el dolor que pueda provocar el procedimiento no es permanente, generalmente no es intenso, y los beneficios de realizarse el estudio superan ampliamente la inconveniencia de esta incomodidad momentánea.