En diciembre de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recibía reportes sobre la presencia de una neumonía de origen desconocido en la ciudad china de Wuhan. Rápidamente, a principios de enero, las autoridades de este país identificaron la causa como una nueva cepa de coronavirus y para el día 23 se decretaba el aislamiento.

A partir de ese momento, el mundo entero comenzó a tomar conciencia del peligro que representaba aquel virus. La certeza llegó con la declaración de pandemia por parte de la OMS el 11 de marzo de 2020, aunque aún no se había confirmado el posible origen animal.

Luego las autoridades chinas advirtieron que la enfermedad se habría originado en un mercado de Wuhan que vendía mariscos y carne de animales salvajes, incluyendo víboras y murciélagos. Estos últimos fueron considerados transmisores de la cepa.

Wuhan, la ciudad donde se conocieron los primeros casos de Covid-19

"Las primeras semanas fueron muy duras. Tenía mucho miedo. Más tarde la situación mejoró. Al principio, no sabíamos exactamente lo que pasaba, las informaciones no eran suficientes", comentó una empresaria de 32 años, que pasó los 78 días de confinamiento con sus dos hijas pequeñas y su marido.

En diálogo con la prensa internacional, Adina Ying mostró "confianza en que el Gobierno va a arreglar las cosas porque está controlando muy bien la situación allí con medidas muy estrictas".

Pero los rebrotes en el norte y noreste del país, que alcanzan a varias ciudades y zonas rurales en tres provincias, preocupan a las autoridades chinas. El portavoz de la Comisión Nacional de Salud de China, Mi Feng, dijo que en la última semana se confirmaron 757 nuevos casos positivos en todo el país.

Con protocolos sanitarios, todo volvió a la normalidad, salvo que los habitantes hacen cola para acceder a los hospitales. En las calles se respeta el uso de barbijo, aunque no tanto el distanciamiento social. El turismo, el transporte, el comercio y la gastronomía se reactivaron por completo.