Jimena Arnolfi: Vivo la maternidad como quien intenta hablar una lengua desconocida
En el engranaje que se da entre escenas intimas de la crianza de un bebe con imagenes que dan cuenta de la inmensidad de la naturaleza, crece “Campamento de supervivencia”, el ultimo libro de la poeta y periodista
“Escribí para dejar constancia de la transformación durante el embarazo y la primera parte del puerperio. Para ponerme al día conmigo misma y también redirigir mi atención. Traté de ponerme en un grado cero para desconocer mejor”, recupera Arnolfi sobre cuál fue el sedimento que dio origen a los poemas reunidos en este libro, publicado por la editorial Caleta Olivia.
Autora de “Hay leña” (Caleta Olivia, 2017) y “Todo hace ruido” (Editorial Pánico el Pánico, 2013) e instalada en Entre Ríos, cuenta que hubo un trabajo para articular los dos planos: el de la intimidad del embarazo y el puerperio, por un lado, y el de la exterioridad de la naturaleza. “Tomé notas sobre la mutación propia y observé la naturaleza y el monte, que es lo que tengo más a mano. Muchas veces la naturaleza sabe cosas que la experiencia no conoce y a mí me suele dar lenguaje cuando más lo necesito. Escribí ese trabajo con la tierra, con los animales”, reconstruye.
Después, en esos borradores, trabajó “adentro de lo escrito”: “Voy palabra por palabra. Me gusta pensar que escribir es parecido a hacer una escultura, una artesanía. Una va sacando cosas para hacer visible el carozo. Cuando corrijo, disfruto el momento del hacha”.
“El útero es el órgano/ más fuerte que tiene el cuerpo”, empieza “La decisión” y abre este diario poético, separado en los apartados “Puerperio”, primero, y "Embarazo”, después. En ese orden invertido hay una propuesta de lectura: explorar los matices de un ciclo por fuera de toda obviedad.
T: "En esta casa gobierna el instante", decís en "Al borde". ¿Cómo se abre paso la escritura en esa temporalidad de lo urgente?
J.A.: Cualquier persona que tuvo que cuidar la vida de una persona recién nacida sabe que todo se vuelve una tarea imposible. Escribí casi todo el libro desde el celular. Cuando mi hija se dormía, corría al teclado para escribir entre teta y teta. No sé cómo se abre paso la escritura o quizás ahora me doy cuenta que la escritura se abrió paso porque el deseo es una fortaleza. Escribí porque no supe hacer otra cosa con lo que me pasaba. Vivo la maternidad como un campamento de supervivencia. Por supuesto que hubiera preferido tener mi espacio, mi cuarto propio, mi tiempo para escribir o para irme pero no fue lo que me pasó. Por otro lado, al vivir en un lugar rural, abría la puerta de mi casa y seguía estando sola, sin movilidad, con una cría en medio de la naturaleza. Estaban mis perros, algunos caballos que a veces llegaban perdidos a mi casa desde el monte, vacas a lo lejos en el terreno del frente y no mucho más. Vivir en medio de la naturaleza es hermoso y también puede ser muy difícil.
T: En "Es verdad" advertís que en la mirada de tu hija descubrís el "estado de poesía permanente". En "Para ejercer mi corazón" retomás la idea: "Tanto tiempo después/mirar como mira mi hija" ¿La maternidad te devolvió algo de la mirada?
J.A.: Me sacó cosas, pero en el buen sentido: me sacó de mí misma. Y es curioso cómo quedan los cuerpos después de la batalla. Quizás me dio otra mirada y sobre todo me dio otra atención porque el peligro es constante y hay que salvar una vida todo el tiempo. Creo que la maternidad arrasa y hay que ponerse a construir en medio de la demolición. Y mientras todo eso sucede, la mirada de la infancia está descubriendo todo por primera vez y resulta muy alucinante ser espectadora de eso. Es una especie de motor que mantiene el movimiento. Me interesa esa manera de mirar y también me llama la atención la música como lenguaje. Antes de la palabra, aparece el canto y el juego con el sonido. Son las primeras herramientas con las que dialogamos con el mundo. Y en ese sentido, vivo la maternidad como quien intenta hablar una lengua extraña y desconocida y creo que se nos va la vida tratando de aprender esa lengua.
T: Hay poemas del plano interior intercalados con otros más vinculados al paisaje y la exterioridad. En la última página contás que los escribiste entre 2017-2019 mientras en el país “pasaban todos los días cosas para tomar las calles”. ¿Por qué decidiste hacer explícitas esas dos dimensiones?
J.A.: Me pareció importante contar que esos poemas fueron escritos durante ese tiempo, entre 2017 y 2019. En Argentina fueron muchos días en los que vivimos en peligro. Unas horas después de parir, mientras yo aprendía a sostener a mi hija recién nacida y lidiaba con un cuerpo roto y dolorido, la televisión del hospital mostraba cómo la policía masacraba a quienes se manifestaban en los alrededores del Congreso de la Nación para impedir la reforma laboral que quería imponer el gobierno de ese entonces. Me llegaban noticias de amigas que habían sido detenidas, fotos de colegas en medio de gases lacrimógenos, balas de goma y carros hidrantes. Era todo muy desesperante. Después pasó el tiempo y siguieron las marchas y las injusticias. Tenía las emociones a todo volumen y en muchos sentidos. Al igual que “Hay leña”, “Campamento de supervivencia” también se puede leer en esa clave porque está la política, está la intimidad y está el paisaje. Al día de hoy vivo en una casa en las afueras de una ciudad, rodeada de naturaleza y monte con todo su salvajismo. Y “Campamento de supervivencia” fue publicado en 2021, en plena pandemia, cuando sobrevivir es una tarea diaria. Me gusta pensar que la poesía puede ser una herramienta de supervivencia. (Télam)
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