Entrevista GLP: “El populismo está agotado”, afirmó el radical Fabio Quetglas

El diputado nacional dialogó con GRUPOLAPROVINCIA.COM acerca de su libro _Deconstruir el populismo_ y se refirió a la “desconfianza hacia las instituciones” que, en su visión, caracteriza al modelo político actual.

Mundo 09 de junio de 2023 Redaccion GLP
Entrevista con Fabio Quetglas – primera parte

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–Diputado, está presentando en diferentes ciudades su libro Deconstruir el populismo. Me gustaría saber qué se propone usted con este libro.

Bueno, el libro tiene un nombre que hay que contar la historia, porque si no, probablemente los lectores pueden llevarse una sorpresa. El libro iba a llamarse originalmente 50M, haciendo una referencia alegórica a que el censo, que en ese momento, cuando yo escribía el libro, estaba programándose para unos meses después, iba a dar que la población argentina iba a tener 50 millones de habitantes. Entonces iba a llamarse 50M porque yo hacía como un paralelismo de que los 50 millones de habitantes eran a la Nación como si fueran los 18 años a las personas: digamos, como la mayoría de edad del país, para decirlo de una manera. Pasamos a ser un país adulto. Pero mi editora, con bastante acierto y con algo de humor, me dijo: “Mirá, Fabio, con el título 50m los libreros no saben dónde acomodarlo: si en recetas de cocina, astrología... y aparte a vos no te conoce nadie”, con esa crueldad del editor (risas). Y lo fuimos dejando para el final el título, lo pateando, resolviendo otras cosas que siempre están con el texto escrito: que la tapa, que la bio, que esto, que lo otro. Y yo estaba bastante apurado para que salga antes del verano, porque quería ir a los lugares de de veraneo a presentarlo, involucrarme en la conversación pública a partir de la excusa del libro. Y bueno, a último momento había dos o tres nombres dando vueltas y salió éste: Deconstruir el populismo.

Pero la verdad que hay una reflexión mía por detrás. Es interesante que la cuente, probablemente, o por lo menos a mí me parece interesante porque completa el libro, digamos. La segunda mitad del libro son todas propuestas. Porque en definitiva, más allá de lo que pensemos el populismo (yo me me considero una persona antipopulista), la única manera en política de desplazar una idea es con otra idea. Las ideas no caducan, ¿no? En algún momento determinado las sociedades consideran más útil, más pertinente, más representativo, y mi sensación es que en Argentina el modelo populista argentino, tanto como sus alternativas (lo digo como autocrítica porque yo soy un político y soy parte del sistema político), las ideas dialogan muy poco con el hoy. La Argentina es excesivamente revisionista, para decirlo de alguna manera.

No es que la historia no tenga por qué tener un peso, porque así como en las naciones como en la vida de las personas la historia tiene un peso determinante, pero mi sensación es que hoy, contemporáneamente, en este momento, mientras estamos hablando, están pasando cosas de tremenda importancia. Está emergiendo el consumo masivo de inteligencia artificial en los teléfonos móviles de las personas. Eso va a afectar a nuestras pymes, eso va a afectar nuestras preferencias culturales. Lo que ha pasado con el streaming, con Netflix. Y probablemente en algunos años midamos cuánto usamos de espacio público a partir de que tenemos una oferta cultural tan abundante en el living de nuestras casas, a precios irrisorios si uno lo compara con tener disponibles 500 títulos cinematográficos antes del streaming.

Y la política argentina es muy endogámica y siempre siente que eso no la afecta. Y la verdad es que nosotros pensamos como pensamos porque vivimos en un contexto tecnológico, cultural, histórico, etc. que nos produce determinado tipo de estímulos. La gente viaja más, los choques intergeneracionales son distintos, etc. Y la Argentina se quedó anclada en una visión, vamos a llamarla la visión populista, que para mí es una visión estadocéntrica de la política, burocrática, con mucha desconfianza hacia las instituciones, que tiene su propia semántica, que tiene su propia estética, y las experiencias de los últimos meses a mí me indican que parece ser que encuentra su punto de agotamiento, en el sentido de que lo más grave del gobierno de Fernández no es la popularidad que tenga o no, no es el índice inflacionario que tenga, sino que ya hace muchos meses que frente a problemas muy consolidados carece de toda novedad la capacidad de respuesta del gobierno, ¿no? Entonces un mes lanza Precios Justos, a los dos meses lanza Precios No Sé Cuánto. Porque no hay ninguna capacidad de generar ninguna novedad política en torno a cómo vencer a la inflación o cómo mejorar los servicios sanitarios o cómo mejorar el sistema educativo. O sea, la sensación de que, si tenía algo para dar, ya lo dio, y la agenda de dificultades, de restricciones, que tiene la Argentina de hoy, no es resoluble con esa caja de herramientas.

Enfrente, en lo que llamaríamos el espacio republicano, democrático, etc., que centraliza Juntos por el Cambio (JxC), también en esta dinámica que el populismo ha exacerbado, pero que existe en todas las sociedades, del debate en espejo, pareciera ser que la promesa republicana es no ser populistas, digamos, ¿no? Y ahí también hay un déficit. La única manera de no ser populista es poder construir una visión alternativa.

La verdadera deconstrucción del populismo es que haya una visión alternativa. Y en ese sentido voy a tratar de dar en un clavo que sí está en el libro y que a mí me obsesiona. El populismo en el mundo, no sólo en la Argentina, ha crecido sobre la base de instalar o de profundizar la desconfianza de grandes sectores de la población en las instituciones bajo el lema, más o menos modulado en cada país, de que las instituciones no son la solución, las instituciones son el problema. Eso es más o menos lo que sostiene Trump de la agencia migratoria, Johnson de la Unión Europea, Cristina Kirchner de la Corte de Justicia, o Bolsonaro... Cambia la institución, pero un poco la idea es: las instituciones son el problema, no son la solución.

Entrevista con Fabio Quetglas – segunda parte

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Y la verdad que tienen una parte de razón. Porque el punto es que no es que dicen eso en el vacío: dicen eso luego de muchos estallidos institucionales muy importantes en las últimas décadas. No sé, el caso Lehmann Brothers para el sistema financiero... Es muy difícil creerle a un regulador financiero después de Lehmann Brothers, cuando cuatro meses antes de que quiebre decían que la entidad era solvente, sólida, etc. etc.

Ahora, ahí el mundo empieza a dividirse entre los que hacen política sembrando la desconfianza institucional y los que creemos que hay que reformar las instituciones; que no son perfectas, que efectivamente estos fallidos existieron, pero la solución es mejorando los procesos institucionales, porque en esos procesos institucionales hay un montón de conocimientos y creemos en las mediaciones técnicas, etc.

Éste es un problema no sólo argentino. Es un problema de escala global, porque tenemos un complejo institucional que pareciera ser insuficiente para dialogar con el mundo contemporáneo.

–¿Cuál es, entonces, el papel de la dirigencia política en este contexto que usted describe?

Vos sabés que ser dirigente político es muchas cosas. Porque están los que administran, estamos los que legislamos. Hay roles más “bendecidos” que otros, como el que dice yo hago territorio, arrogándose una representación porque conoce a mucha gente o porque efectivamente resuelve problemas en su vínculo con su propia base electoral o lo que fuera; y está el perfil más como yo, de los que venimos de la vida académica, etc. Para mí, hacer política es una causa. No me voy a trabajar de consultor. Yo amo a la Argentina, amo a esta sociedad como es. Por supuesto, imperfecta: como todo elemento, somos 50 millones, debe haber gente buena, mala, regular, de todo, pero somos un país que en su momento produjo un experimento social increíble. Nosotros hemos perdido perspectiva, pero en Argentina acariciaba la masividad universitaria en años que en Estados Unidos se segregaba todavía. En el mundo tecnológico, la Argentina vacunaba a su población en momentos en que países que hoy llamamos desarrollados no sabían lo que era una vacuna. O mil cosas.

La Argentina fue un experimento social increíble y así como (eso es duro decirlo, a los que lo dicen les caen) la verdad que las últimas décadas, y esto es con independencia de los gobiernos que hemos tenido, somos un fracaso. No hemos aprovechado nuestros recursos, no hemos logrado un sistema de convivencia política que permita que no sean disfuncionales nuestros diálogos. Nuestros diálogos son muy bloqueantes, son de muy baja calidad. Somos muy predatorios en el uso de los recursos públicos. Hemos naturalizado el uso de los recursos públicos para hacer política y para construir legitimidad política. Y entonces, por supuesto, estamos viviendo, estamos padeciendo la más dura, para mí, de las derrotas como sociedad fuera de un contexto bélico, que es que sus jóvenes se vayan. En mi caso personal, yo tengo a mi hija viviendo en exterior hace muchos años, no desde ahora, hace diez años, pero para mí es un dolor, de todas maneras, no convivir cada día con una persona que amo y con la que me gustaría tener más diálogo. A pesar de la tecnología y todo lo que vos digas, los abrazos son irreemplazables. Muchas veces hay gente que siente que decir esto es como un desapego con la Nación. Vuelvo a decir: yo lloro por Argentina frente a muchas cosas.

¿Qué tenemos que hacer los dirigentes políticos? Tenemos que hacer muchas cosas. Una de las cosas es instar a una conversación pública más calificada. Yo digo: “está agotado el populismo”. ¿Por qué? Porque no se le ocurren ideas nuevas frente a Rosario y lo que pasa, a nadie se le ocurre algo nuevo, frente al nivel de inflación a nadie se le ocurre, qué sé yo, es así. Es así. Y el debate en torno de qué podríamos hacer es muy complejo. Se ha banalizado en los últimos años, y esto es transversal, que cuando alguien dice es muy complejo parece que fuera un chanta. Pero mi aproximación a la realidad dice que hay cosas en la que hace falta una determinación, pero hay cosas en las que no es una cuestión de determinación. Entonces, a mí me parece que nosotros tenemos que animarnos a tocar a los elefantes blancos, volver a tener una reflexión política no corporativa. No puede ser que en la Argentina haya palabras que no se puedan expresar. Y tratar de construir, como lo hemos hecho muchas veces, con un cierto pragmatismo digamos, soluciones que dialoguen con nuestro modo de ser social. No tenemos por qué copiar nada. Considero que, bajo incentivos razonables, somos gente a la que le gusta progresar, y nos podemos organizar mejor y podemos ser un país mucho más próspera y, por lo tanto, con mucha posibilidad de ser un país más justo. Porque ese es el otro tema: no vamos a ser un país más justo si no somos un país más próspero.

Entrevista realizada por Grupo La Provincia (grupolaprovincia.com)

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