Dorfman: La voz de Mozart la siento inevitable y gozosamente contemporanea

"Allegro", la novela del escritor chileno Ariel Dorfman, tiene por detective al niño prodigio Wolfgang Amadeus Mozart, quien intentara resolver el misterio de John Taylor, el medico britanico que con sus intervenciones dejo ciegos a Johann Sebastian

D-Interés13 de junio de 2020 Agencia Télam
"Allegro", la novela del escritor chileno Ariel Dorfman, tiene por detective al niño prodigio Wolfgang Amadeus Mozart, quien intentará resolver el misterio de John Taylor, el médico británico que con sus intervenciones dejó ciegos a Johann Sebastian Bach y Georg Friedrich Händel, músicos que nacieron el mismo año (1685) y a pocos kilómetros de distancia uno del otro, aunque jamás llegaron a conocerse.
Es el mismo Mozart a quien el autor le otorga una voz verosímil el que narra esta investigación que finalizará asombrosamente en un clima de reivindicaciones. El tema de la vista y la ceguera abordado en esta ocasión por Dorfman es un tópico que atraviesa toda la historia de occidente, incluso desde la mitología: por un lado, Tiresias "puede ver" porque es ciego, por eso Edipo se ciega, así como otro personaje mitológico, el genial músico Orfeo, por mirar a Euridice, con un pie todavía en el Inframundo, no la puede rescatar. Es un tema que el autor trabaja durante todo el relato para llegar a ese final tan revelador de las vidas de Händel y Bach.
Télam: ¿Tuviste algunas lecturas que te facilitaron el registro de la voz de Mozart en tu novela?
Ariel Dorfman: Reconozco que fue un desafío encontrar el lenguaje adecuado. La mayoría de las lecturas para preparar la novela se hicieron en inglés (las memorias del médico Taylor, la correspondencia de Mozart, biografías de los compositores, análisis de las obras, historias de Francia e Inglaterra), aunque algo en francés e italiano. Además, he leído extensamente a novelistas, periodistas y memorialistas ingleses del siglo XVIII, y los tengo internalizados. Y también, aunque menos, a los franceses y alemanes, mientras que me he saltado casi toda la fastidiosa literatura española dieciochesca (no así el Siglo de Oro, especialmente Cervantes, "mi hermano mayor", protagonista de una novela, "Cautivos", que acaba de salir en inglés en los Estados Unidos).
Mozart hubiera escrito las experiencias de "Allegro" en su alemán natal, pujante y vital, así que transcribirlo en el castellano atildado y decadente de su época significó un escollo mayor. Pero he disfrutado algunas lecturas de ese tiempo (Jovellanos y Moratín, por ejemplo), las suficientes para disponer de una retahíla de vocablos y giros que facilitaron recrear la atmósfera del período. La voz de Mozart que finalmente me llegó desde quién sabe qué cielo, sin la cual no podría haber avanzado, no pretende ser absolutamente fiel al modo en que se hablaba y escribía en esos tiempos. Esa voz la siento inevitable y gozosamente contemporánea.
T.: ¿Cómo trabajaste el tema de la vista y la ceguera para llegar a ese final de las vidas de Händel y Bach?
AD: La ceguera siempre me ha fascinado. De hecho, tengo una obra teatral todavía no estrenada, "Ojos que no ven", que coloca la historia de Edipo en el contexto de las dictaduras y plagas latinoamericanas de nuestro tiempo. Y la idea de que las fotos pueden revelar lo que la vista desconoce (como en "Las Babas del Diablo" de Julio Cortázar o en mi propia novela, "Máscara"). Pero en este caso fue la historia la que me exigió adentrarme en ese tema, puesto que se trataba de un oculista que intervino, desastrosamente, en la salud de los dos genios musicales alemanes, de manera que se me hizo imperioso tratar el asunto a fondo. (Télam)
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