Bouteflika y el poder militar argelino

Más allá de que Abdelaziz Bouteflika no se postule para un quinto mandato presidencial, lo más importante que pasa por estos días en Argelia es que un sector amplio del país quiere liberarse del poder que ejercen en las sombras los militares argelinos.
Este grupo castrense, formado por oficiales que lucharon contra el colonialismo francés, es el que aparentemente toma las decisiones más importantes de una nación que es vista como una pieza clave para la estabilidad de África.
Bouteflika, de 82 años, llamado "La Momia" por sus detractores que lo acusan de querer aferrarse al gobierno, sufrió un derrame cerebral en 2013 que lo dejó casi sin voz y lo condenó a usar silla de ruedas.
Por ese motivo, se cree que no ha gobernado a Argelia en los últimos seis años.
Su decisión de aplazar las elecciones presidenciales del 18 de abril, sin establecer una fecha precisa, desató la ira de los argelinos que reclaman la renuncia de este hombre que es presidente desde 1999 con el apoyo de los militares.
Muchos creen que existe un plan del Frente Nacional de Liberación (FLN), al que pertenece el mandatario, para sostenerse en el poder en Argelia, uno de los principales productores de petróleo del mundo.
Las protestas para impedir que este anciano enfermo se presente para un quinto mandato estallaron el 22 de febrero pasado, y contaron con el respaldo de muchos veteranos que participaron en la guerra de la independencia (1954-1962).
En un documento difundido esta semana, Bouteflika explicó que se realizará una Conferencia Nacional sobre la reforma política y constitucional, a fin de redactar una nueva Constitución aprobada por referéndum.
El presidente argelino puso al frente de esta iniciativa al diplomático Ladjar Brahimi, de 85 años, un residente en París que fue mediador en varios conflictos internacionales, entre ellos la guerra civil de Siria y El Líbano.
"Estas protestas surgen en el marco de una política de ajuste económico, con un aumento del desempleo y de los índices demográficos", dijo a Télam Mariela Cuadro, investigadora de la Universidad Nacional de San Martín (UNSM).
Según un informe del Banco Mundial, basado en una estimación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el desempleo afectó en 2018 a un 13,23 por ciento de los jóvenes argelinos de entre 15 y 24 años.
La mitad de la población, de más de 41 millones, está compuesta por personas menores de 30 años.
"Es muy importante lo que ocurre con los jóvenes, porque ellos no tienen presente en la actualidad la lucha que se libró por la independencia nacional con Francia, ni tampoco la crisis del 90 con un conflicto interno y una guerra civil muy importante (1991-2002) que recién se solucionó cuando Bouteflika llego al poder", señaló la analista.
Curto, haciendo una descripción del veterano presidente argelino, opinó que su mayor mérito fue poner fin "a una guerra civil que nunca se iba a solucionar".
La investigadora explicó que "al tomar 'le pouvoir' (el poder en francés) los militares se convirtieron en una suerte de clase capitalista, muy similar a la que gobierna en Egipto".
En la actualidad, los militares argelinos consideran que los políticos civiles electos son un peligro para el país, según informes del diario The New York Times y la cadena BBC de Londres.
Algunos opinan que el país norafricano no ha visto semejantes protestas desde la década de 1990, cuando el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones en la primera vuelta, y el gobierno canceló los comicios señalando que esa agrupación fundamentalista terminaría con la democracia.
Por estos días, sin embargo, la gente habla en las calles de Argel un lenguaje más agresivo que el que pronuncian sus representantes políticos.
Incluso algunas pancartas están dirigidas contra el presidente francés, Emmanuel Macron, por haber tuiteado el lunes pasado que con su renuncia a un quinto mandato Bouteflika "ha abierto una nueva página para la democracia argelina".
Nadie parece creerle al presidente argelino. Sin embargo, muchos jóvenes que desean el nacimiento de una Segunda República, rechazan cualquier tipo de injerencia extranjera en el conflicto. (Télam)