Interna sin tregua: el peronismo bonaerense choca ahora por los tiempos del calendario electoral

La suspensión de las PASO en la provincia de Buenos Aires, aprobada ayer por la Legislatura, lejos de calmar las aguas dentro del oficialismo, destapó un nuevo capítulo de una interna feroz entre el gobernador Axel Kicillof y el sector más duro del kirchnerismo, representado por La Cámpora. El nuevo campo de batalla: los plazos electorales.

En medio de acusaciones cruzadas, reuniones fallidas y advertencias de colapso por parte de la Junta Electoral, la discusión por los tiempos del calendario provincial dejó en evidencia un escenario de máxima tensión dentro del peronismo bonaerense. “Si quieren romper que lo digan de una vez, pero que dejen de inventar excusas”, lanzó con furia un funcionario del entorno más cercano al gobernador. La frase, contundente y sin filtro, apunta directo al corazón de La Cámpora.

Qué dice la Junta Electoral

Este lunes, la Junta Electoral bonaerense, presidida por Hilda Kogan, convocó a representantes legislativos para discutir las dificultades operativas del actual cronograma electoral, anclado en la Ley N° 5.109, sancionada en 1946. En ese encuentro —al que el kirchnerismo no asistió— se distribuyó un informe lapidario: los plazos actuales son, según el organismo, “de imposible cumplimiento material”.

El documento señala que el Código Electoral fue diseñado para un padrón de menos de un millón de personas, mientras que hoy hay más de 14 millones de electores habilitados. “Nunca se aplicaron los plazos de la ley tal como están. Siempre hubo adecuaciones a normativas nacionales o provinciales por coyunturas específicas”, dice el texto.

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Uno de los puntos críticos, según la Junta, es la verificación de candidaturas: solo se dispone de 10 días para chequear aproximadamente 10.000 postulantes. “Aun extendiendo ese margen, no se cumpliría con los tiempos para la presentación de boletas”, advierten.

Kicillof pidió ampliar los plazos, pero La Cámpora lo bloqueó

En línea con las advertencias del órgano electoral, Axel Kicillof incluyó en el proyecto de suspensión de las PASO una modificación de plazos que extendía los tiempos para alianzas (de 60 a 80 días), candidaturas (de 30 a 70) y boletas (de 20 a 50). Sin embargo, esa parte del texto fue removida por el sector kirchnerista antes de la votación final en Diputados.

La decisión generó malestar en la Gobernación. “Con estos plazos es irrealizable la elección. Ya lo dijo la Justicia. Ellos quieren que se caiga todo”, disparó un ministro provincial. La ausencia de Facundo Tignanelli (presidente del bloque de Diputados de UP) y Teresa García (Senado) en la reunión con la Junta fue leída como un nuevo acto de rebeldía interna.

“No me llamaron desde el Ejecutivo”

Consultado por la prensa, Tignanelli despegó responsabilidades: “Nadie me llamó para ir a la reunión. No recibí ningún pedido de parte del Poder Ejecutivo”. Además, justificó su inasistencia diciendo que la sesión para votar la suspensión de las PASO ya estaba convocada.

Este martes, a las 11 de la mañana, está prevista una nueva reunión en la que podrían cruzarse nuevamente las partes. El Gobierno provincial, la Junta Electoral y la oposición pondrán sus cartas sobre la mesa para intentar acercar posiciones.

Una interna que no afloja

La guerra fría entre Kicillof y el cristinismo duro parece ya no disimularse. Desde la Gobernación aseguran que las autoridades parlamentarias conocían perfectamente la intención de modificar los plazos y que el canal institucional para tratar estos temas es la Secretaría General de la Gobernación, a cargo de Agustina Vila. Sin embargo, en La Cámpora hacen oídos sordos.

La batalla por el control del calendario electoral no solo revela una disputa técnica sobre tiempos administrativos, sino también una lucha política de fondo por el poder real dentro del peronismo bonaerense. Mientras la Junta Electoral insiste con argumentos operativos, el conflicto interno amenaza con paralizar el proceso de organización de las elecciones generales.

En este contexto, crecen las dudas sobre cómo y cuándo se resolverá la cuestión de los plazos. Y sobre todo, si lo que está en juego es solo la logística electoral o, más bien, el liderazgo de un espacio que hoy aparece tan fragmentado como expuesto.