Fernando Butrón, un tanatoesteticista mexicano que le da vida a los difuntos

"Tengo el poder de hacer que alguien, por mi trabajo, pueda vivir un dolor más llevadero. No voy a decir que van a dejar de sentir, que va a dejar de doler, pero es más llevadero".

Argentina02 de noviembre de 2022 Redaccion GLP
A Fernando Butrón no le gusta decir su edad porque han usado de pretexto su juventud para descalificar su trabajo. También, seguro de su trayectoria, reconoce que se desenvuelve en un medio hostil, cerrado, ante el que elige defenderse con talento.
Su oficio es muy singular. No solo trabaja en turnos de 24 horas continuas por otras 24 de descanso, sino que hay días en los que no tiene mucha actividad durante la mañana y de repente se acumulan todos los pendientes en la noche. Nunca sabe. Esto porque la muerte no tiene horario y su oficio se desarrolla entre los muertos.
Formado en España, Butrón es maquillista profesional de personas difuntas. Tanatoesteticista, es decir, etimológicamente, un esteta de la muerte.

Fernando Butrón

El objetivo central de su trabajo, explica, es presentar el cuerpo ante los familiares de la mejor manera posible para permitir un tránsito adecuado hacia el entierro, la última despedida. "Cualquier técnica que se emplee sobre este cadáver es tanatoestética, desde el posicionamiento del cuerpo, desde las facciones, hasta inclusive el contraste y la tonalidad. Todo tiene que ver acerca de la estética, la belleza en la muerte", explica.
Butrón decidió hacerse maquillista de muertos tras varios recorridos inciertos en su vida profesional y luego de una pérdida personal. Antes de iniciar en el oficio funerario, buscó oportunidades en la gastronomía y el trabajo social, sin fortuna.
"Yo siempre he tenido cierto toque en las artes estéticas, entonces decidí estudiar maquillaje profesional", adelanta. Sin embargo, por sí solo consideraba ese ámbito banal, de poca trascendencia.



"¿Qué estoy haciendo realmente? Qué banalidad el hecho de nada más arreglar a alguien para que se vea bien", reflexiona.
El giro definitivo se dio con la muerte de la que considera su figura paterna: el hermano de su mamá, es decir, su tío: "Fue el primer shock de la muerte que tuve".
"Después de un tiempo de luto, de duelo, yo iba en la carretera con mi mamá y es como esas cosas que te llegan a la mente, las piensas, pero también las dices, entonces le dije a mi mamá: ¿y si maquillo muertos?", narra.
Hay una creencia extendida de que el maquillaje es cosa sencilla. Sin embargo, trabajar con el color en la piel requiere de diversos conocimientos y formación, declara Butrón, para desarrollar contrastes, tonalidades, dimensiones, relaciones con el rostro, etcétera.
"Cualquiera puede poner polvos, pero no todo el mundo puede llegar a un trabajo estético, digno para un familiar", resalta.

Fernando Butrón

Sobre las nociones sociales en torno a su disciplina, el maquillista comparte que está acompañada de estigmas, prejuicios e incluso preguntas tontas en torno al miedo, el espanto y las sorpresas nocturnas. No obstante, declara sentirse satisfecho con los desafíos y la naturaleza de su oficio.
El proceso de trabajo con los cadáveres inicia con un tratamiento quirúrgico en sus espacios de trabajo, las funerarias. Primero se preserva el cuerpo y luego se lo arregla. La preservación, a su vez, se divide en dos fases: el de las arterias y el de las cavidades.
Primero se simula una circulación normal mediante el bombeo de químicos con colorantes y humectantes que permiten a los tejidos retardar la descomposición.
En cuanto a las cavidades, describe, se utiliza un instrumento quirúrgico llamado trocar, de aproximadamente 60 a 90 centímetros de largo terminados en punta por 1,2 centímetros de diámetro. Tras entrar en el cuerpo, el utensilio permite retirar remanentes de sangre, fluidos y gases.
Además, se baña el cuerpo y se cierran las punciones e incisiones trabajadas, mediante pequeñas suturas, agrega. Secado el cadáver, comienza el proceso de vestido, maquillado, peinado y encajonamiento.
El maquillaje, especial para difuntos, permite saturar los colores de la piel y buscar la expresión de emociones, sentimientos y personalidades, dice Butrón, para rendir un tributo, un homenaje a la trayectoria que se vivió.
Desligarse de los difuntos: un desafío emocional
Lo más difícil del trabajo que desempeña Butrón es entender que debe mantener una distancia emocional con las personas difuntas a las que maquilla: "Al momento de involucrarte, claro, te va a dar muy fuerte, y es lo que me ha pasado una que otra vez al principio y sí han sido cosas muy difíciles".


"Manejas muchas emociones, todo mundo habla del doliente, de cómo se siente, que está pasando por un duelo, pero nadie habla de nosotros los que lo estamos apoyando, porque nosotros nos comemos todas sus emociones también", confiesa.
La importancia de maquillar a los muertos, considera Butrón, radica en la fuerza de la despedida, de la última imagen que los familiares tienen al despedirse de su persona ausente luego de una convalecencia, hospitalización, un proceso de enfermedad, un accidente, violencia o una posible necropsia.
"Cuando tú no haces un buen trabajo, a la larga, en un futuro, cuando esa persona piense en su familiar que falleció, la primera imagen que se le va a venir es la imagen en donde estaba en el ataúd horrible. Y asimismo yo tengo el poder de hacer que alguien, por mi trabajo, pueda vivir un dolor más llevadero. No voy a decir que van a dejar de sentir, que va a dejar de doler, pero es más llevadero", platica. (GLP) (Agencia Sputnik)
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