Fin del cepo, precios en alza y más deuda con el FMI
El Gobierno levantó el cepo al dólar y anunció más deuda con el FMI. Economistas alertan por suba de precios, licuación de salarios y fuga de capitales.
El Gobierno nacional anunció esta semana la implementación de un nuevo esquema cambiario que marca el fin del cepo al dólar para personas físicas, en lo que constituye un giro drástico tras años de fuertes restricciones. A partir de este lunes, cualquier individuo podrá comprar dólares a precio oficial sin límite de cupo mensual y sin importar si recibió planes sociales o trabaja en el Estado. Pero la medida, celebrada por el oficialismo como un gesto de “libertad económica”, llega acompañada por una batería de políticas que, según economistas y sectores productivos, profundizan la especulación financiera, licúan los ingresos populares y debilitan la economía real.
La Comunicación A 8226 del Banco Central habilita desde este lunes el acceso irrestricto al Mercado Libre de Cambios (MLC) para la compra de dólares, siempre que se haga por canales digitales. Sin embargo, persiste un límite de hasta USD 100 por mes para quienes deseen adquirir billetes en efectivo. Por otro lado, las empresas podrán acceder sin trabas a divisas para importar y girar utilidades a sus casas matrices. “Es un cambio de paradigma que nos permitirá recuperar confianza y reservas”, sostuvo el ministro de Economía, Luis Caputo.
A qué costo: un modelo que prioriza la deuda y el capital financiero
El levantamiento del cepo llega en el marco de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El flamante programa, el número 23 en la historia del país con el organismo, prevé un desembolso inicial de USD 15.000 millones y un total estimado de USD 20.000 millones. El paquete viene acompañado por una segunda devaluación del tipo de cambio, del orden del 30%, sumada a promesas de avanzar en reformas estructurales en los planos laboral, previsional y tributario.
Tal como explicó el propio Caputo, el objetivo es sostener una banda cambiaria entre los $1.000 y $1.400 por dólar, con intervención discrecional del Banco Central para “evitar volatilidad y acumular reservas”. Pero en los hechos, implicará una mayor venta de reservas para mantener el tipo de cambio artificialmente bajo, una estrategia que fracasó sistemáticamente desde la última dictadura militar hasta el macrismo.
“El financiamiento no será para obra pública ni para reactivar el consumo”, señalan fuentes del sector industrial. La prioridad del Gobierno es permitir la libre disponibilidad de divisas para los grandes jugadores del mercado: importadores, multinacionales y bancos. La medida elimina además el llamado “dólar blend” para el agro, lo que implica un retroceso para los exportadores que podían liquidar parte de sus ventas al tipo de cambio financiero.
Un combo recesivo para los sectores productivos
Mientras se eliminan restricciones para los capitales, la industria nacional enfrenta un escenario adverso. La apertura de importaciones, sin políticas de protección ni acceso a crédito, amenaza con golpear aún más la producción local. La caída del consumo interno, el aumento de la tasa de interés y la falta de financiamiento configuran una tormenta perfecta.
En paralelo, la inflación sigue golpeando a los sectores populares. El INDEC informó que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) de marzo fue del 3,7%, el más alto en siete meses. En alimentos y bebidas, el incremento fue del 5,9%, erosionando aún más el poder adquisitivo. La canasta básica alimentaria ya supera los $495.000 y una familia tipo necesita más de $1.100.000 para no ser considerada pobre.
En lo que va del año, el salario real cayó 18,5% en el sector público y 2,9% en el privado, mientras que más de cinco millones de hogares tuvieron que endeudarse o vender pertenencias para llegar a fin de mes. “La deuda no es solo externa, también es familiar y cotidiana”, advirtieron desde organizaciones sociales.
Ganadores y perdedores de la nueva fase económica
El nuevo esquema económico consolida una fuerte transferencia de recursos desde los sectores populares hacia los grandes capitales. Las empresas multinacionales recuperan capacidad de girar utilidades al exterior. El sistema financiero retoma protagonismo como canal de fuga de capitales. Y los grandes importadores acceden a divisas baratas. En cambio, los trabajadores, jubilados y pymes enfrentan salarios licuados, precarización y falta de competitividad.
La narrativa del “fin del cepo” busca instalar una sensación de normalidad y libertad financiera. Pero en un contexto de alta inflación, recesión y deuda creciente, la medida puede terminar profundizando las asimetrías.
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