Reforma laboral en suspenso: la CGT aprovecha la tregua parlamentaria para forzar nuevos cambios
La decisión del oficialismo de postergar el tratamiento en el Senado hasta febrero fue recibida como un triunfo por la cúpula sindical. Tras una movilización a Plaza de Mayo que esquivó incidentes, el triunvirato busca ahora usar el verano para desactivar los artículos más polémicos.
La pulseada por la reforma laboral ha entrado en una fase de tensa espera, pero con un renovado aire de confianza para el sector gremial. Lo que inicialmente se perfilaba como una embestida inminente del oficialismo en el Congreso se transformó en un alivio temporal para la Confederación General del Trabajo (CGT). La noticia de que el Gobierno debió postergar hasta febrero el debate en el Senado fue celebrada por los dirigentes como un "gol de Messi en el Mundial", marcando un punto de inflexión en su estrategia de resistencia.
Una movilización con sabor a victoria política
Aunque la convocatoria en Plaza de Mayo no alcanzó la contundencia masiva que algunos sectores esperaban, la central obrera quedó conforme. La guerra de cifras fue la habitual: mientras que desde la Casa Rosada se dejó trascender una concurrencia de apenas 25 mil personas, los organizadores aseguraron haber movilizado a 180 mil manifestantes. Más allá de los espacios vacíos que se apreciaban a simple vista, el aparato sindical de gremios como la UOCRA, UPCN, Camioneros, Comercio y UDA se hizo sentir.
El dato más relevante para la cúpula fue el orden. En un clima de extrema susceptibilidad, la ausencia de incidentes fue vista como un éxito frente al temor de que "infiltrados" vinculados al oficialismo empañaran la jornada con hechos de violencia. En esta ocasión, la CGT optó por un escenario cerrado: no permitieron el ascenso de líderes de las dos CTA ni de figuras políticas como Axel Kicillof, Mayra Mendoza o Jorge Ferraresi, concentrando el protagonismo exclusivamente en sus filas.
El fantasma de 2017 y la cautela del Triunvirato
Para los líderes actuales, el recuerdo de marzo de 2017 sigue siendo una herida abierta. En aquel entonces, la falta de definiciones sobre una huelga general terminó con el triunvirato huyendo del palco bajo insultos y el robo del histórico atril. Esta vez, la precaución fue física y discursiva: el atril fue retirado apenas terminaron los discursos y los cotitulares Jorge Sola (Seguro), Cristian Jerónimo (Vidrio) y Octavio Argüello (Camioneros) se anticiparon a los reclamos de los sectores más duros.
Para contener a la izquierda trotskista y a los gremios kirchneristas que exigían mayor confrontación, los líderes anunciaron que el plan de lucha contempla un paro general si la reforma avanza sin modificaciones. Aunque evitaron ponerle una fecha concreta, la amenaza sirvió como un "pararrayos" para evitar abucheos y mantener la cohesión interna.
Charlas, gobernadores y el "ala política"
"Eso lo logramos nosotros por nuestras charlas con los gobernadores", se jactó un dirigente eufórico tras confirmarse que el proyecto no se trataría el viernes 26. La CGT confía en que su red de contactos con los mandatarios provinciales es la llave para bloquear los artículos que consideran inconstitucionales o directamente "irritativos".
En la intimidad, los sindicalistas admiten que la huelga no es la prioridad inmediata. El objetivo real es el "enero de reuniones secretas". La apuesta es negociar con el ala política del Gobierno —representada por Santiago Caputo y los Menem (Martín y Lule)— para lograr una versión "pasteurizada" de la ley, similar a lo ocurrido con la Ley Bases, donde se podaron 42 artículos del capítulo laboral original.
Los puntos de conflicto: la caja y el derecho a huelga
La CGT sostiene que el Gobierno incluyó ciertos puntos solo como moneda de cambio para negociar otros. Entre los artículos que buscan eliminar o atenuar se encuentran:
Cuota sindical: El fin de la obligación del empleador como agente de retención, lo que golpearía directamente la recaudación gremial.
Derecho a huelga: La reglamentación en diversas actividades impulsada por Federico Sturzenegger, que ya ha cosechado reveses judiciales previos.
Con el debate desplazado al cierre del verano, el sindicalismo ha ganado un tiempo precioso. El desafío de Javier Milei será conseguir los votos que hoy no tiene garantizados, mientras la CGT intenta desmantelar, oficina por oficina, la reforma que tanto resiste.
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