Inflación: Cuánto necesitó una familia para no ser pobre
La canasta básica subió 3,1% en octubre y una familia tipo necesitó más de $1,2 millones para no ser pobre. El aumento superó a la inflación.
Economía13 de noviembre de 2025
Juan Manuel Villarreal
El costo de vida volvió a mostrar una dinámica preocupante en octubre. De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), tanto la Canasta Básica Alimentaria (CBA) como la Canasta Básica Total (CBT) registraron una suba del 3,1% mensual, superando nuevamente a la inflación general del 2,3%.
Este incremento implica que una familia tipo —compuesta por dos adultos y dos menores— necesitó al menos $1.213.798,81 para no caer bajo la línea de pobreza, mientras que el umbral de indigencia, determinado por la CBA, se ubicó en $544.304,40. En el caso de una persona adulta sola, el monto requerido para no ser pobre ascendió a $392.815,15, y para no ser indigente, a $176.150,29.
Con estos valores, el costo de la canasta básica acumuló un incremento superior al 100% en los últimos doce meses, lo que evidencia la persistencia de la pérdida del poder adquisitivo, especialmente entre los sectores asalariados e informales.
El incremento superó a la inflación general
El dato del 3,1% de aumento en las canastas básicas refleja que los precios de los alimentos y servicios esenciales siguen ajustándose por encima del promedio general de inflación. En octubre, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se aceleró levemente a 2,3%, marcando el valor más alto desde abril.
Según el INDEC, los rubros que más presionaron sobre el indicador fueron Transporte (+3,5%) y Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles (+2,8%), seguidos de cerca por Alimentos y bebidas, que continúa liderando los incrementos en términos interanuales.
El comportamiento de las canastas básicas tiene un peso decisivo sobre los índices de pobreza e indigencia, ya que determinan los ingresos mínimos necesarios para cubrir necesidades esenciales. Así, un aumento de este tipo impacta directamente sobre la capacidad de consumo de millones de familias argentinas que ya se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Qué mide cada canasta y por qué son clave
La Canasta Básica Alimentaria (CBA) calcula el costo de un conjunto de alimentos esenciales —carne, leche, pan, frutas, verduras, arroz, entre otros— que cubren los requerimientos calóricos mínimos de una persona adulta. Quienes no alcanzan a cubrir ese valor mensual son considerados indigentes.
Por otro lado, la Canasta Básica Total (CBT) amplía ese cálculo al incluir otros gastos como transporte, indumentaria, salud, educación, mantenimiento del hogar y servicios públicos. Su valor determina la línea de pobreza.
En octubre, ambas canastas crecieron al mismo ritmo, mostrando una tendencia persistente de aumento en los precios de bienes esenciales, incluso en un contexto donde la inflación general mostraba señales de moderación. Este fenómeno refleja un cambio en la composición del gasto familiar: cada vez más ingresos se destinan a cubrir lo básico, reduciendo el margen para consumo discrecional o ahorro.
El contexto económico detrás de la suba
Los analistas coinciden en que el alza sostenida en la canasta básica responde a una combinación de factores estructurales y coyunturales. Por un lado, la inflación de alimentos sigue siendo una de las más difíciles de contener, debido al aumento de los costos logísticos, las variaciones estacionales y los ajustes de precios vinculados a insumos importados.
Por otro, la inflación núcleo, que excluye componentes estacionales, mantiene una inercia cercana al 2,5% mensual, lo que impide una desaceleración más marcada. A esto se suma el impacto de los tarifazos graduales en servicios públicos, que encarecen el mantenimiento del hogar y el transporte, afectando la estructura de la CBT.

A pesar de que algunos precios regulados permanecen estables, el ritmo de los aumentos en alimentos básicos —como leche, harina, carne y verduras— continúa muy por encima del promedio general, erosionando el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones.
El impacto en la pobreza y los ingresos
Los números de octubre confirman que el salario promedio sigue corriendo detrás de los precios. De acuerdo con estimaciones privadas, el ingreso medio de un trabajador registrado apenas cubre el valor de la canasta básica total, mientras que los informales y monotributistas se encuentran muy por debajo de ese umbral.
Esto se traduce en un nivel de pobreza estructural que ronda el 38%, según cálculos de consultoras económicas, con un crecimiento más pronunciado en los hogares con niños. La indigencia, por su parte, se mantiene cerca del 9%, aunque podría incrementarse si los alimentos continúan subiendo por encima del promedio general.
Especialistas en políticas sociales advierten que la inflación alimentaria y la pérdida de ingresos reales están consolidando una nueva forma de pobreza urbana, más extendida y persistente. Además, la dependencia de programas sociales y subsidios energéticos sigue siendo clave para amortiguar el impacto en los sectores más vulnerables.
Una presión constante sobre el consumo familiar
El encarecimiento de las canastas básicas tiene consecuencias directas en el consumo interno. En octubre, varios rubros del comercio minorista registraron caídas de ventas en torno al 2% mensual, afectando especialmente a los supermercados y almacenes de cercanía.
Los hogares reducen la compra de productos no esenciales, optan por segundas marcas o sustituyen alimentos frescos por productos más económicos. Esta dinámica genera un círculo vicioso entre menor consumo, caída de la demanda y persistencia de precios altos, difícil de romper en el corto plazo.
Además, la brecha entre regiones sigue siendo marcada: los valores de la canasta son más elevados en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y en la Patagonia, mientras que resultan algo menores en el NOA y NEA, aunque la proporción del ingreso destinada a cubrir necesidades básicas es mayor en las provincias del norte.
El desafío de contener la inflación
Con la inflación interanual en 31,3%, la más baja desde julio de 2018, el Gobierno intenta mostrar señales de estabilización económica. Sin embargo, los datos de las canastas básicas evidencian que el alivio estadístico aún no llega al bolsillo de la gente.
Mientras los salarios y jubilaciones se ajustan con rezago, los precios de los bienes esenciales siguen marcando la pauta del malestar social. La recuperación del poder adquisitivo dependerá, según los especialistas, de una desaceleración sostenida de los alimentos y una recomposición gradual de los ingresos reales, algo que todavía no se observa con claridad.
Por ahora, los números de octubre confirman una tendencia que se repite: la inflación baja en promedio, pero la pobreza sube en los hogares argentinos.

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