La emblematica pizzeria 1893 de Villa Crespo fue recuperada por sus trabajadores en plena pandemia

La pizzeria 1893, ubicada hace 26 años en una emblematica esquina amarilla del barrio porteño de Villa Crespo, se transformo en una empresa recuperada durante la pandemia de coronavirus, un proceso que incluyo una toma de 75 dias por parte de sus

Argentina29 de agosto de 2020 Agencia Télam
La pizzería 1893, ubicada hace 26 años en una emblemática esquina amarilla del barrio porteño de Villa Crespo, se transformó en una empresa recuperada durante la pandemia de coronavirus, un proceso que incluyó una toma de 75 días por parte de sus trabajadores, ahora convertidos en socios que autogestionan el comercio.
Las sillas y mesas apiladas pueden verse desde la puerta que da a la Avenida Scalabrini Ortiz, en la esquina con Loyola, esperando volver a ser distribuidas en el salón principal para recibir a los fieles comensales que durante más de dos décadas eligieron las famosas pizzas a la piedra del lugar.
Por el momento, los 13 socios de la cooperativa solo pueden trabajar bajo la modalidad de delivery y las tareas diarias se reparten y se adaptan a nuevos roles; encargados de salón que reparten pedidos o realizan las compras de mercadería, camareras que atienden el teléfono, toman pedidos o se encargan de la administración. Todo es aprendizaje.
De contar la historia que los llevó a realizar una toma pacífica del local durante 75 días, que terminó con la firma de un acuerdo con el exdueño, se encarga Ernesto De Arco, camarero y flamante tesorero de la nueva cooperativa.
"El exempleador, cuando habilitaron los comercios gastronómicos en modalidad de delivery, no nos decía nada, pero la emergencia económica hizo que le insistamos para abrir y nos autorizó", relató a Télam De Arco, quien lleva 13 años trabajando en el lugar.
Pero al momento de abrir, se encontraron sin mercadería porque se "habían llevado todo" y para trabajar "tuvimos que comprarla con ahorros nuestros", siguió.
Durante algunos días se manejaron de esa manera hasta que el expropietario comenzó a exigirles más trabajo sin pagarles los salarios. Fue entonces que el conflicto se profundizó.
"La situación de 1893 es irremontable", les dijo el exdueño, despertando las alarmas de los empleados, contó De Arco, y aseguró que "intentaba desplazarnos con gente que trabaja para una cadena de pizzas americanas de la cual es socio".
Fue en este contexto que decidieron asesorarse con la Cooperativa Alé Alé y tuvieron una reunión con su presidente, Andrés Toledo, quien se solidarizó con ellos y los asesoró sobre cómo actuar.
En una asamblea decidieron permanecer en el lugar cuidando el mobiliario, su fuente de trabajo y reclamando los sueldos atrasados, que llegaban a dos meses en algunos casos.
Pero el conflicto recién comenzaba y tras una denuncia por usurpación, se encontraron con consigna policial en la puerta para evitar el ingreso al lugar. Así que tuvieron que buscar alternativas para seguir trabajando.
"La Cooperativa Alé Alé nos prestó sus instalaciones para que los compañeros que habían quedado afuera pudieran trabajar y tuviéramos la posibilidad de llevar algo de dinero a nuestras casas, mientras algunos estábamos durmiendo en la pizzería sin poder salir", continuó De Arco.
Finalmente, con la ayuda y solidaridad de cooperativas, fundaciones y organizaciones sociales como UTEP, la cooperativa de consumo Consol y la Fundación La Base que les otorgaron créditos, y el respaldo de los abogados Adrián Albor y Marcelo Treleani del Grupo de Litigio, nació "Cooperativa 1893", una empresa recuperada por sus trabajadores durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Para eso, el dueño tuvo que acceder al traspaso del fondo de comercio a cambio de que los empleados cedan los reclamos laborales.
"Antes eramos amigos, ahora somos una familia", dijo a Télam emocionado Jonathan López, de 33 años, que trabaja en 1893 desde sus 16 y al momento de decretarse el aislamiento se desempeñaba como encargado de salón.
"Teníamos a 7 compañeros encerrados acá, veníamos todos los días y tomábamos mate desde la ventana, era una imagen muy fuerte", relató el joven que hoy realiza reparto de pedidos.
Jonathan destacó el respaldo de los vecinos de la zona que se acercaban a preguntar cómo estaban, les ofrecían hacer trámites, le llevaban algo de comer e incluso los acompañaban con carteles de apoyo en las paredes.
Lucia Pampero, que trabajó durante los cuatro últimos años como camarera, aseguró que "la idea de la cooperativa ya venía dando vueltas en la cabeza de todos porque eran malos empleadores que nos nos respetaban, no nos pagaban cargas sociales ni vacaciones y encima se sumaba el maltrato".
La joven de 22 años relató que a medida que iban conociendo cómo funcionaban las cooperativas, se transformó en "un mundo nuevo que queríamos descubrir y teníamos la experiencia porque la mayoría de nosotros hace muchos años que trabaja acá".
A todo lo que dicen sus compañeros se suma Patricia Alcázar, quien lleva 11 años de trabajo en el comercio. "La cooperativa generó mucha unión aunque a veces nos dieron ganas de bajar los brazos", se sinceró.
"En lo personal, tengo 4 hijos y a nivel alimentos hubo semanas que se me complicó pero la gente que se acercó acá todo el tiempo nos ayudó", puntualizó y destacó: "Se preocupaban para que no nos quedemos sin comer". (Télam)
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