Este infierno no fue encantador

"Hay intereses oscuros que pueden alterar la fiesta" dijo El Indio días antes del evento que convocó a más de 300 mil personas. La ausencia del Estado, la desorganización y la masividad las claves de la tragedia.

Argentina13 de marzo de 2017 Redaccion GLP
Este infierno no fue encantador La fiesta ricotera que terminó en tragedia.

Muchos de los que participamos de la última edición de la misa ricotera no somos fanáticos de él o de su música. Pero es imposible, que a toda aquella persona que le guste la música en general, no le llame la atención la mística en torno a ese recital en particular.

El interior de la provincia de Buenos Aires tiene varios municipios que han sido sede de alguno de estos rituales que mueven a cientos de miles de personas detrás de Carlos Alberto Solari, conocido como El Indio.

Esta vez, Olavarría fue el elegido para albergar a quienes quisieran ser parte de lo que se estimaba fuera uno de los últimos shows de la banda. Es que el Indio, ya había anunciado, en la edición de Tandil en el 2016, que "Mister Parkinson" le estaba "pisando los talones". Y con esa premisa, volvió a movilizar a sus fanáticos, y también a quienes no queríamos dejar de conocer este recital emblemático en el mundo del rock.

Llegar no fue nada fácil. Las rutas desbordaron de automóviles que utilizaron hasta el espacio de las banquinas para avanzar lugares y arribar lo más pronto posible a la ciudad. En los accesos a Olavarría, estaba plagado de gente que arribaba caminando, y muchos otros que ya habían armado sus carpas en veredas o espacios que tuvieran las mínimas condiciones para hacerlo.

Con el correr del tiempo, y más cerca de la hora anunciada para el comienzo del recital, todo comenzó a ser mucho más fluído pero eso no fue garantía de que las cosas fuesen más ordenadas: no hubo en ninguna parte de la ciudad carteles indicadores sobre cómo llegar al predio, recomendaciones de los posibles caminos y menos de espacios dispuestos para el estacionamiento o acampe. Sólo la muchedumbre de gente, como ocurre en la procesión a Luján, indicaban el lugar del  "templo", estaba vez llamado La Colmena.

En las afueras del lugar, los puestos improvisados de ventas de remeras, bebidas alcohólicas y de comidas abundaban, y a su vez oficiaban de guías para encontrar el ingreso al lugar, donde no se pidieron las entradas, para el control de la cantidad de personas que ingresaron al show.

Pasadas las 22 comenzó el espectáculo. Este recital, que prometía ser la revancha del aquel suspendido en la misma ciudad en el ’87 por no contar con la infraestructura necesaria, fue inimaginable en todo sentido, pero nunca se esperó que terminase en tragedia. El hit "Barba azul vs el amor letal" fue el tema inaugural de un show interrumpido varias veces por el vocalista, quien solicitó la intervención de Defensa Civil para rescatar a las personas que estaban desmayadas en la valla del escenario. El Indio, anonadado por la situación que estaba viendo reclamó: "habíamos dicho que nos íbamos a cuidar entre todos, era parte del trato". Y allí el clima cambió; todo comenzó a enrarecerse.

Para quienes son habitué de la misa, relataban que éste no fue uno más. Que ni la organización, ni la cantidad de gente, como así tampoco el mismísimo Indio estaban comportándose como veces anteriores. Y eso bastó para entender que ahora algo iba a suceder. "Son siete tipos que están rompiendo las pelotas. Alguien tiene que ir a sacar a esos boludos" refunfuñó Solari, cansado de la situación.

Y así fue: más de 200 mil personas desbordaron Olavarría y las ciudades linderas. Es que la infraestructura de ciudades de 100 mil habitantes no es suficiente para albergar a más del doble; por más que los vecinos hayan dispuesto de sus casas para que esto fuera posible, el Estado estuvo prácticamente ausente antes, durante y después del espectáculo. Salvo por los organismos de Salud que se veían trabajar constantemente con personas que llegaban casi inconscientes.

En el medio de repertorio, el Indio hizo un corte para expresar su postura sobre dos temas puntuales: la búsqueda de hijos por las Abuelas de Plaza de Mayo, y sobre la baja en la edad de imputabilidad. Y luego continuó con la playlist, en el medio de continuos pedidos de que nos cuidásemos entre todos, donde las banderas y las bengalas complementaban el paisaje del lugar.

Alrededor de las 00.35 hs, Solari dio por finalizado el show, y comenzó otra vez el descontrol. La entrada estaba tapada por tablones, que rodeaban todo el predio, para desviar a la gente en dirección a una salida angosta e insuficiente para el caudal de gente que estaba en el predio, y que además, en ningún momento fue señalizada. Y otra vez la ausencia de todo tipo de organismo que encausara el egreso de los ricoteros. Mareas de gente, caídos por las irregularidades del piso, empujones y apretones fueron los indicios de que todo era un descontrol.

Quienes fuimos parte de ello nunca nos enteramos que hubo fallecidos hasta que no retornamos a nuestros hogares. Ni tampoco de la cantidad de heridos. Sólo luego, en la reconstrucción que hicieron los medios de comunicación, se conocieron los detalles de lo que pasaba delante. Y una vez más, la desgracia se hacía presente, y la información falsa y la desesperación. Y otra vez, las listas de personas perdidas, de gente hospitalizada y varada en la ciudad que esperaba encontrar a alguien que se apiadara y lo retornara a su hogar.

Y como siempre, el pueblo dando respuesta a una situación que desbordó a los organizadores, pero por sobre todo, al Estado, aquel que afirmó que Olavarría estaba preparada para recibir un evento de estas magnitudes. Quedará en manos de la Justicia resolver responsabilidades, y delimitar acciones para que el rock nacional no se siga manchando de sangre.

Jorgelina Blando, para Grupo La Provincia.


Este infierno no fue encantador

Te puede interesar
Populares

Suscríbete al Resumen de Noticias para recibir periódicamente las novedades en tu email