Comer afuera, un lujo: el 76% redujo las salidas
Comer afuera ya no es para todos: el 76% de los argentinos redujo sus salidas por los precios, la mala atención y la crisis. Los bares, cada vez más vacíos.
Economía17 de mayo de 2025
Pamela Orellana
En un país donde la inflación devora mes a mes el poder adquisitivo, comer afuera se convirtió en un privilegio al que cada vez menos argentinos acceden. Según un relevamiento de la consultora Kantar, el 76% de la población redujo su frecuencia de salidas a bares y restaurantes en el último año, una tendencia que se agrava en los sectores de menores ingresos, donde el 85% reconoce haber recortado esta costumbre.
El informe, realizado en marzo por Kantar Insights Argentina, indagó en los hábitos de consumo fuera del hogar y dejó en evidencia el nuevo mapa gastronómico del país: menos salidas, más exigencias y una fuerte retracción de la demanda. Una postal que se aleja de la que supo observarse tras la pandemia, cuando los restaurantes rebalsaban de clientes buscando recuperar el tiempo perdido.
Precios que espantan, esperas que cansan y experiencias que decepcionan
La principal razón que explica este fenómeno es económica. El 74% de los encuestados señaló el alto costo como el mayor desincentivo para salir a comer afuera. A esto se suman las largas esperas (41%) y las malas experiencias previas (30%), especialmente frecuentes entre jóvenes de 18 a 24 años.
La inflación acumulada y la caída del salario real hicieron que lo que antes era una costumbre cotidiana —almorzar fuera, juntarse con amigos, cenar en pareja— hoy sea directamente impensable para gran parte de la población.
En ese contexto, la gastronomía dejó de ser una opción espontánea y pasó a ser una salida planificada y esporádica, reservada para ocasiones puntuales.
Quienes todavía salen, lo hacen para socializar o celebrar
A pesar del escenario adverso, el 42% de los encuestados afirma que aún mantiene el hábito de comer afuera, ya sea varias veces al mes o una vez por semana. De ese universo, el 66% lo hace para sociabilizar, mientras que un 33% lo reserva para celebraciones especiales, porcentaje que asciende al 44% en personas de entre 35 y 49 años.
Los restaurantes casuales —una categoría amplia que va desde bodegones hasta parrillas o cocinas de autor sin pretensiones gourmet— siguen siendo la opción preferida, con el 61% de las elecciones. En segundo lugar aparecen los locales de comida rápida (38%), particularmente populares entre jóvenes de 18 a 34 años. Y en tercer lugar, las cafeterías (29%), muy elegidas por los más jóvenes, sobre todo en el segmento de 18 a 24 años, donde alcanza un 41%.
En cambio, los restaurantes de alta cocina apenas concentran el 12% de las preferencias, una cifra que confirma que el lujo gastronómico quedó reservado para una minoría.
La generación joven redefine el negocio: menos tolerancia y más demanda de experiencias
Para los que aún eligen comer afuera, el precio no es el único factor que pesa al momento de decidir. Luciana Dellisanti, Client Lead de Kantar Insights Argentina, sostuvo que “en tiempos de turbulencia económica, las marcas deben ir más allá de la conveniencia. Ofrecer una experiencia significativamente diferente al cliente es clave para blindar el vínculo con los consumidores ya conocidos y ganar nuevos”.

El estudio advierte que las nuevas generaciones no solo buscan precios accesibles, sino también propuestas memorables. En un mercado que se achica, los consumidores se vuelven más selectivos: menos indulgentes con la mala atención, menos tolerantes con los tiempos de espera y mucho más exigentes con la calidad del producto y del entorno.
La advertencia no es menor para el sector gastronómico, que intenta sostenerse a flote mientras lidia con aumentos de costos, alquileres dolarizados y caída de clientes. El desafío es doble: sobrevivir al ajuste económico y al mismo tiempo reinventar la experiencia para un público que, aunque diezmado, no está dispuesto a resignar calidad cuando decide gastar.
Un lujo de clase media que ya no es tal
Las cifras del informe dejan en evidencia una verdad incómoda: la gastronomía, tradicional refugio de la clase media argentina, se convirtió en un lujo ocasional. Con un 50% que admite que "rara vez" sale a comer y apenas un 15% que lo hace semanalmente, la cultura del restaurante atraviesa uno de sus momentos más críticos.
El consumo fuera del hogar, que supo ser un termómetro del ánimo social y de la vitalidad económica, hoy muestra un país retraído, golpeado y con prioridades mucho más urgentes que pagar una cuenta que ya no condice con los bolsillos de la mayoría.

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